Son varios quienes estiman que tras la visita de la delegación boliviana a los puertos de Arica y Antofagasta se marca un retroceso en la relación de ambos países. Las muestras ya están a la vista, con un evidente aumento en la tensión bilateral, manifestada en duras recriminaciones que son un golpe al necesario proceso de integración.
Chile reclama que la visita altiplánica liderada por el canciller David Choquehuanca fue "mañosa" y con declaraciones inaceptables para una autoridad en territorio vecino. No estuvo en carácter de visita de Estado, sino "turística", a pesar del alto cargo de Choquehuanca, quien fue acompañado del presidente del Senado, José Alberto Gonzales y la presidenta de la Cámara de Diputados, Gabriela Montaño.
No cabe duda, y lo han insistido varios analistas, que la relación con el país vecino pasa por su peor momento en 100 años y eso es malo para la convivencia.
Por cierto, Bolivia tiene el legítimo derecho de inspeccionar y resguardar a sus ciudadanos, pero parecía aconsejable que se cuidaran las formas, a fin de no ahondar las diferencias.
Por ello, resulta malo que no seamos capaces aún de construir una agenda de futuro. Por el contrario seguimos empantanados en el pasado.
Afortunadamente ambos pueblos han reaccionado con tranquilidad, como es tradicional en esta parte del país. Es obvio que no pueden soslayarse las diferencias, pero todo debe hacerse en un marco de respeto y mesura.
También debe quedar claro que es Bolivia pierde más que Chile en estas condiciones.
Al tiempo, el país debe mantenerse firme en su posición. A pesar que por lo asimétrico de la relación estamos obligados a buscar el diálogo, o esto no puede significar ser timoratos en ejercer el peso de la ley, frente a lo que se considere injusto.
Chile está haciendo lo correcto en defensa de su soberanía, es falso que cambiemos las reglas, o tengamos acciones discriminatorias con el país vecino, pero más allá de lo anterior, en el largo plazo, debemos ser capaces de construir un futuro diferente junto al país hermano.