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En defensa de Occidente

Países como el nuestro deben tener claro que la lejanía de los puntos de los ataques no nos puede dejar tranquilos. Aquí está en juego nuestra forma de vida. El atentado con más fatalidades ocurrió recién en noviembre de 2015 cuando se registraron 130 muertos y más de 350 heridos producidos tras siete ataques distintos en siete puntos de París.
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François Molins, fiscal de París, confirmó que el atentado perpetrado en Niza el jueves de la semana pasada y que costó 80 víctimas fatales, tuvo un carácter deliberado y apuntó al interés del atacante hacia los movimientos islamistas radicales.

Un hecho que nuevamente afecta a Francia, un país golpeado por el extremismo islámico. Debe recordarse que el atentado con más fatalidades ocurrió recién en noviembre de 2015 cuando se registraron 130 muertos y más de 350 heridos tras siete ataques en distintos puntos de París. Si bien el mundo debe estar en alerta, lo ocurrido debe obligarnos a reflexionar sobre los alcances, sin límites, que tiene el odio y la intolerancia, y que, finalmente, finalizan en episodios de violencia desatada. En este ataque contra la paz de toda la humanidad, tal como se planteara desde el Vaticano, se requiere una respuesta decisiva y solidaria para oponerse a la diseminación del odio asesino bajo todas sus formas. Los líderes mundiales son los llamados a asegurarnos esa paz, adoptando medios de bien y sentido común.

Pero tampoco debemos quedarnos en intentar explicar lo acontecido, sino en avanzar para corregir las causas. Y hay un punto en el que debemos ser categóricos: Todo Occidente -incluida Sudamérica y Chile, ciertamente- está bajo un peligro real, porque quienes están detrás de estos ataques irracionales están en guerra contra lo que representa nuestra forma de vida.

Eso es lo complejo y sobrepasa largamente los vacíos comentarios que reducen todo a las acciones que hizo o dejó de hacer Norteamérica. Lo que está en juego es nuestra cultura y valores fundamentales que son propios de Occidente y que han costado años de esfuerzos y muertes.

La libertad de expresión, de la mujer, el libre tránsito, la libertad de leer, el derecho a la educación, al desarrollo, todo eso que nos parece tan normal, son enormes triunfos de generaciones de seres humanos comprometidos con el bien común secular. Gran parte de aquello es lo que está en riesgo frente a una minoría que no entiende y sólo busca cimentar un retroceso brutal en la forma en que la sociedad se desenvuelve.