Dejaron sus países natales en busca de un nuevo horizonte, un mejor futuro para sus hijos y crecimiento personal. Son tres mujeres que llegaron hasta tierras atacameñas por un sueño, o bien, escapando de una pesadilla.
Cristina, Betsabé y Lissette se embarcaron en una aventura que hoy las tiene en las calles copiapinas ofreciendo diferentes productos. Tuvieron que reinventarse cuando la vida les fue adversa.
Estas inmigrantes no se conocen entre sí, sin embargo, saben del esfuerzo y del rigor de enfrentar una realidad distinta, donde a veces se les discrimina por su color, su nacionalidad e incluso, por su género.
Testimonios
Cristina Espinosa es la mayor de estas mujeres. Lleva tres años viviendo en Copiapó, y aunque hace algunos meses trabajaba cuidando a una persona de la tercera edad, fue la muerte de este anciano la que la obligó a reinventarse, a salir a buscar trabajo. Situación que no le fue fácil por el hecho de ser mujer, extranjera y por ser mayor.
"Vengo de Cochabamba y desde enero me tuve que poner a trabajar de otra manera, y se me ocurrió hacer algo que allá se hace todo el tiempo, que es vender fruta. Fue difícil viajar a Chile, dejé mis cosas allá. Yo trabajaba en una tienda de artesanía, pero nos robaron, y luego acá nos recibieron bien. En Bolivia hay un lugar que se llama Santa Cruz Montero y se parece mucho a Copiapó, la plaza. Allá se vende así, en la calle, pequeñas cantidades. Acá me ha dado buen resultado, vendo fruta por menor para los oficinistas del centro; ya me hice mi clientela, y cuando no vengo al otro día me dicen 'me mataste de hambre ayer'", dice entre risas la mujer, quien aseguró: "a veces sí hay personas que miran mal, pero yo hago mi trabajo y mucha gente ya me conoce".
Ecuador
Lissette Morales es la más joven de estas extranjeras. De origen ecuatoriano, se dedica a la confección y venta de cuellos y gorros hechos en lana e hilo. A sus 18 años, lleva cuatro años viviendo en Copiapó y señaló que "en Ecuador estas confecciones son bien comunes. Acá vimos que es helado y que no muchas veces se encuentra variedad, por eso nos instalamos con este comercio". Morales agregó que "a veces se hace difícil, porque hay gente y gente, algunos nos miran con desprecio, pero otros son muy amables. Acá es lindo, yo quiero seguir estudiando".
La joven sostuvo que "a veces se hace difícil la venta porque a nosotros como extranjeros no nos dan los permisos, a otras personas sí".
Otra de las mujeres es Betsabé Pañuni, quien viajó desde Bolivia a Iquique hace algunos años, y luego decidió tomar rumbo a Copiapó para dedicarse a la venta de cereales, como la quinua, y el tradicional polulo, además de los fideos de trigo y el arroz dulce.
"Antes, cuando estaba en Bolivia, trabajaba como empleada en una tienda, pero las cosas no estaban tan bien económicamente por lo que decidí emigrar. Primero Iquique y luego conocí Copiapó. Lo encontré tranquilo y agradable, así que me vine. Se me hace difícil, tengo una hija pequeña, pero por ella tengo que luchar. Debo salir a diario para vender y así poder pagar el arriendo y la alimentación. A veces nos discriminan, pero me hago la fuerte. Somos las dos solitas acá y por eso hago oído sordo a lo que dicen", comentó Betsabé, mientras cargaba a su hija en la espalda.