Secciones

Los aparatos eléctricos se podrían cargar con el movimiento corporal

E-mail Compartir

Un dispositivo elástico y adaptable que puede obtener energía a partir del movimiento del cuerpo, aprovechando, por ejemplo, el balanceo del brazo o los gestos manuales, fue creado por investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pekín.

"Los resultados apuntan a una nueva manera de alimentar los equipos electrónicos portátiles en el futuro, dispositivos implantables (en el cuerpo), sistemas de suministro de energía sostenibles, y otras tecnologías que necesitan fuentes de energía extensibles y flexibles", indica el estudio.

Esto es posible gracias al desarrollo de nanogeneradores triboeléctricos, conocidos como Tengs, que captan la energía mecánica y la convierten en electricidad. "Son una fuente de energía prometedora para el futuro debido a su peso ligero, la eficiencia de conversión de alta energía y sus procesos respetuosos con el medio ambiente", explicaron los expertos.

Ante ello, los científicos chinos crearon un dispositivo Teng que es "adaptable", mediante un electrodo líquido conductor y una cubierta flexible y elástica de goma, lo que permite a la energía propagarse por toda su área. Además, el líquido empleado podría ser agua, lo cual garantizaría un precio económico al momento de introducirlo en el mercado.

Para experimentar, los autores fijaron el dispositivo Teng a la horma de un zapato de una persona, y demostraron que es posible extraer energía de las pisadas. Asimismo, el aparato también puede actuar como un sensor de movimiento del brazo , al ser llevado como pulsera, donde logró generar suficiente energía para alimentar luces LED.

En cuanto a la resistencia física, Teng puede soportar un estiramiento del 300% respecto a su forma original, sin ninguna degradación de las propiedades eléctricas, agregaron los autores.

Los científicos indicaron que hay mucha energía mecánica humana malgastada.

Mujeres obesas traspasan sus trastornos metabólicos a hijos, nietos y bisnietos

INVESTIGACIÓN. Un estudio afirma que quienes siguen una alimentación dañina pueden condicionar la salud de su descendencia hasta a tres generaciones, porque los malos hábitos quedan registrados en los óvulos femeninos.
E-mail Compartir

Carolina Collins

Tener malos hábitos alimenticios no sólo afecta la salud de las mujeres que los practican, sino también de su descendencia. Así lo demostró un estudio hecho por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.), que advierten que los trastornos metabólicos de transmiten hasta en tres generaciones.

La investigación concluyó que no es necesario que los malos hábitos comiencen durante el embarazo para que se traspasen, sino que también pueden ocurrir antes de la gestación para tener un efecto nocivos en los hijos, nietos y biznietos de las mujeres que sufren de obesidad.

Por "malos hábitos alimenticios" se entiende el consumo excesivo de azúcar y grasas, algo que se traduce en una herencia peligrosa para la salud de los descendientes.

"Nuestros resultados indican que la obesidad de la madre puede deteriorar la salud sus descendientes a lo largo de varias generaciones. Un aspecto muy a tener en cuenta dado que, por lo menos en Estados Unidos, más de dos terceras partes de las mujeres en edad reproductiva tienen sobrepeso u obesidad", explicó Kelle H. Moley, directora de la investigación que fue publicada por la revista especializada Cell Reports.

Pruebas con ratones

Para llegar a esa conclusión, los expertos realizaron pruebas con ratones hembra. A un grupo lo sometieron a una dieta con un 60% de grasas y un 20% de azúcares a contar de seis semanas antes de la gestación y hasta el momento en que dejaron de amamantar a la camada.

A esas ratonas se les suministró una dieta que "imita mucho a la dieta occidental. Básicamente, es como alimentarse con comida rápida todos los día", explicó Moley.

Luego, a los ratones de esa camada se les sometió a una dieta regular para ese tipo de roedores, que es alta en proteínas y baja en grasas y azúcares.

Lo mismo hicieron con una segunda y una tercera generación de ratones.

Así fue que observaron que a pesar de que las dos generaciones siguientes no consumieron la dieta alta en grasas y azúcares, de igual forma desarrollaron resistencia a la insulina y otros problemas metabólicos asociados a una mala alimentación, que aumentan el riesgo de tener enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.

Esto se explicaría porque la obesidad y los trastornos metabólicos de la madre se pueden transmitir a su descendencia a través del ADN de las mitocondrias presentes en el óvulo no fertilizado.

Esto, por el contrario, no pasa con los padres, porque las mitocondrias, la parte de la célula que almacena energía, solamente se heredan de la madre.

"Nuestros resultados son los primeros en demostrar que los ratones hembra con síndrome metabólico pueden transmitir mitocondrias disfuncionales a través de la línea consanguínea femenina hasta la tercera generación. Y lo que es más importante, nuestro trabajo muestra que los óvulos pueden transportar información para la programación de una disfunción de las mitocondrias a lo largo de todo el organismo", explicó la directora de la investigación.