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El éxito de aprender otro idioma depende de genes y características cerebrales

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Un estudio de la Universidad de Washington (EE.UU.) asegura que el éxito a la hora de aprender un segundo idioma está vinculado a la genética, estructura y medidas del cerebro.

La investigación, publicada ayer por Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS), muestra que las notas finales que recibió un grupo de estudiantes en una clase de segundo idioma fueron anticipadas por una combinación de factores genéticos y cerebrales.

Variaciones del gen COMT y la medida de la fuerza de la red de comunicaciones del cerebro, llamada "materia blanca", constituyeron el 46% de las razones por las que algunos estudiantes lograron mejores resultados que otros.

"Nos interesa entender por qué los individuos aprenden de forma diferenciada, incluyendo aquellos quienes logran buenos resultados y quienes no", indicó Ping Mamiya, una de las autoras del estudio. "Nuestro estudio muestra por primera vez que variaciones del gen COMT están relacionadas con los cambios en la materia blanca que es el resultado del aprendizaje".

El equipo juntó a 79 voluntarios originarios de China, con una edad promedio de 20 años, y que acababan de llegar a EE.UU. para cursar su primer año de universidad. De ellos, 44 asistieron a una clase de inmersión de tres semanas en lengua inglesa dirigida a estudiantes internacionales.

Durante tres semanas y ocho días después del final de las clases, los investigadores realizaron a todos los alumnos escáneres cerebrales, también a aquellos que no participaban en la clase de inmersión lingüística.

Usando los resultados de estos escáneres y muestras de ADN tomadas a los estudiantes al inicio del programa, los investigadores hallaron que dos formas específicas del gen COMT estaban vinculadas a mayores incrementos de la conectividad del cerebro en los alumnos que tomaban las clases de inglés.

Registran primer mamífero del planeta que desaparece por el cambio climático

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Expertos advirtieron que un pequeño roedor australiano es el primer mamífero del planeta que desaparece a causa del cambio climático provocado por los seres humanos.

El animal, cuyo nombre científico es Melomys rubicola, habitaba en el cayo Bramble, una diminuta isla que se eleva a tres metros del nivel del mar en el Estrecho de Torres, que separa Australia y Papúa Nueva Guinea.

La existencia de este roedor, considerado el único mamífero endémico de la Gran Barrera de Coral, fue registrada por los europeos en 1845 en el cayo Bramble, donde abundaban. No obstante, una expedición reflejó en 1978 la reducción del número de ejemplares a solo unos cientos, hasta que en 2009 la especie fue vista por última vez.

"Probablemente esto representa la primera extinción de un mamífero causado por el cambio climático antropogénico (provocado por el ser humano)", apuntó un informe publicado en el portal del gobierno del estado australiano de Queensland.

Hace dos años, un equipo del Ministerio del Ambiente y Protección del Patrimonio de dicho estado y la Universidad de Queensland realizó una investigación en busca de algunos de los ejemplares, sin lograr avistarlos.

Natalie Waller y Luke Leung, autores del informe gubernamental, recomendaron que se declare extinto al roedor del cayo Bramble. Añadieron que la "raíz de la causa" de su desaparición es el aumento del nivel de las aguas que inundaron el cayo exterminando a toda la población y destruyendo su hábitat, citó el diario The Guardian Australia.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó ayer que la temperatura global rompió nuevos récords en mayo, lo que convirtió la primavera en el hemisferio norte en la más cálida que se haya registrado.

La temperatura global en la superficie terrestre en mayo estuvo 0,95 grados centígrados por encima de la media correspondiente a este mes, un salto con relación al incremento de 0,2 grados que se reportó para el mismo mes del año pasado.