Mabel González
El exceso de carnes rojas y la falta de frutas y verduras podría ser una mala ecuación, según un nuevo estudio desarrollado por la Universidad de Glasgow, en Escocia. ¿La razón? Dietas de este tipo acelerarían el envejecimiento biológico.
Los científicos explicaron que, a diferencia de la edad cronológica -es decir, la cantidad de años que ha vivido una persona-, la edad biológica está íntimamente relacionada con el riesgo de sufrir enfermedades vinculadas con la edad, como por ejemplo la demencia.
Uno de los factores que determinan la edad biológica es la cantidad de fosfato de suero presente en el cuerpo, partículas que aumentan cuando la gente come carne. Según encontró el equipo de Glasgow, incluso un incremento moderado de los niveles de fosfato puede acelerar el envejecimiento biológico, lo que es aún más marcado en los hombres que viven en zonas pobres.
En el estudio, los profesionales analizaron los hábitos alimenticios de más de 600 personas que vivían en los barrios más y menos empobrecidos de Glasgow. Para determinar si las carnes rojas afectaron su edad biológica, los autores midieron el fosfato de suero presente en sus cuerpos y una serie de marcadores de la edad biológica, entre ellas el ADN y la longitud de los telómeros. Los telómeros son los extremos de las hebras de ADN que conservan los cromosomas y los protegen de su deterioro.
Los resultados mostraron que los niveles de fosfato entre los hombres que vivían en las zonas más pobres de Glasgow estaban directamente relacionados con la frecuencia en que comían carnes rojas.
Los científicos creen que este consumo en exceso se debió al acceso limitado a alimentos saludables y de calidad, y a un mayor acceso a carnes que a frutas y verduras frescas.
Función renal
Los encargados del estudio también encontraron que niveles altos de fosfato se vincularon con una función renal reducida y, a su vez, con enfermedades renales crónicas.
"Los datos de este estudio proporcionan evidencia de una relación mecánica entre el alto consumo de fosfato y morbilidades asociadas a la edad y vinculadas a la situación socioeconómica", explicó el investigador Paul Shiels en un comunicado citado por el medio Medical Daily.
"Nuestras observaciones indican que el consumo elevado de carnes rojas tiene efectos adversos entre los varones empobrecidos, quienes ya tienen una dieta de baja calidad y comen menos frutas y verduras de lo recomendado", añadió.
Los fosfatos se encuentran de forma natural en muchos de los alimentos cotidianos. Estos ayudan a mejorar el sabor y la humedad de las carnes frías, los quesos y los productos horneados. También son necesarios para ayudarle a las células a funcionar correctamente.
Sin embargo, la absorción intestinal de estos compuestos no está regulada y una alta administración de suplementos de fosfatos a través de la ingesta de carnes rojas puede incrementar los niveles de fosfato de sodio.
Por esa razón, según los autores, los consumidores de carne pueden eventualmente enfrentar consecuencias adversas para la salud e incluso la muerte temprana.
"Sorprendentemente, muchos de los participantes tenían una función renal indicativa de la aparición incipiente o temprana de enfermedades crónicas del riñón", dijo Shields. Asimismo, determinaron que la calidad de la carne y su conservación puede tener un impacto en las dietas y, por lo tanto, en la salud de quienes las ingieren.
¿Cuánta carne comemos en Chile?
Los datos publicados en 2015 por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) revelaron que cada chileno consumió, en promedio, 87,3 kilos de carne en 2014, esto es, casi 240 gramos diarios. Estas cifras implicaron una caída de 2,1 kilos per cápita en comparación con la ingesta registrada en 2013. La carne de ave fue la que más se ingirió, llegando a 37,2 kilogramos per cápita, 300 gramos menos que en 2013. En el caso de la carne de pavo, el consumo por habitante superó los 4,2 kilos en 2014.