Partió como una moda y ya es casi un hábito el tomar una foto a nuestro plato antes de comer, lo cual ha obligado a los restoranes a superar su apuesta estética en las preparaciones, factor derivado de los millones de mensajes en todo el mundo que genera el tópico en Instagram, la red social gráfica de Facebook del momento.

Intrigados por esta suerte de norma social y su impacto en quienes la ejecutan, el profesor de comercialización de alimentos de la Universidad Saint Joseph, Filadelfia, Sean Coary; junto a su colega de la Universidad de San Diego, Morgan Poor, se asociaron para descubrir que fotografiar la comida antes de consumirla conduce a evaluaciones más favorables de ésta, pero sólo cuando es considerada socialmente como saludable.

"Al comer sano hay un deseo de indicar a los demás que somos parte del club", explicó Coary a Journal of Consumer Marketing, agregando que "cuando tomamos una foto de algo antes de comer, creamos un retraso momentáneo, si no intencional en el consumo, lo que permite a todos los sentidos ser despertados, construyéndose una anticipación del placer".

En la investigación de Coary y Poor participaron 360 personas, cuyas reacciones hoy están dando luces para futuros estudios de las marcas de alimentos y restaurantes, anticipó el docente de la Universidad de San Diego, a lo que Coary añadió que "los profesionales del área tiene que comprender la importancia de la estética y buscar formas creativas para tomar ventaja de esta publicidad gratuita".

Alineado con la idea, un episodio del programa estadounidense "Top Chef" desafió a los concursantes a crear platos estéticamente perfectos usando comida chatarra y, a diferencia de sus desafíos típicos, no fueron juzgados sobre el gusto o la innovación, sino únicamente por la cantidad de "me gusta" obtenidos en Instagram.