Carlos Alanis Contreras
Con un cerco hecho muchas veces con los propios camiones se forma la entrada al circo, una boletería que guarda mil historias de otras giras da la bienvenida a uno de los espectáculos más antiguos en la historia de los pueblos.
El circo guarda la magia de transportar a sus asistentes a un mundo fantástico. Equilibristas, trapecista, magos y el eterno personaje del payaso, son parte de un viaje que va más allá de la capacidad de asombro, porque el trabajo del artista circense tiene que ver con el reencuentro, con la historia de cada uno de los que en algún momento forman parte del público.
El Circo de los Hermanos Ringling es un testimonio vivo de la magia y el cariño por la pista. La carpa del "Ringling" lleva montándose y desmotándose algunas décadas y pasado por un sin número de ciudades donde generaciones han visto su trabajo, donde los artistas olvidan todos sus problemas al momento de entrar a la pista. El Ringling ha visto pasar temporadas buenas y otras un tanto más bajas.
José Luis González es quien administra hoy este circo que pertenece a la familia González, uno de los más antiguos circos de familia que comenzó incluso siendo trasladados por carretas.
Las funciones que debe realizar la familia circense son variadas, así lo deja en claro González quien comentó que "cuando uno es de circo tiene todos los cargos. Este es un circo de familia, de la familia González, y estoy a cargo de todo lo que es publicidad de armar y desamar el circo".
Vida circense
González es sexta generación de artistas circenses y sus hijos pertenecen a la séptima generación de estos artistas.
Actualmente dentro de la pista se desempeña como payaso. "Cuando uno es criado y nacido en el circo sus antepasados le enseñan hacer de todo. Por ejemplo mi hija está ensayando contorsionismo y mi hijo de dos años ya sale a la pista como payaso", afirma.
Pero no todo ha sido fácil durante este tiempo en la historia del circo. Según señala González hoy en Chile cuesta cada vez más encontrar terrenos aptos para instalar las carpas porque los sitios son más y más pequeños. "Tuvimos que adaptar nuestra carpa porque ya no hay lugares en las ciudades para instalarse", añadió el empresario.
Preparativos
Son las 17 horas y cinco minutos y las casillas (casas rodantes) del Circo Hermanos Ringling, abren sus puertas y empieza una rutina de carreras, preguntas, órdenes y contraórdenes, para alistar la función.
Los artistas comienzan a trabajar en su vestuario después de haber ensayado durante la mañana sus trabajos en pista.
Vestuario, maquillaje, equipos, música entre otros ingredientes que se van mezclando para sacar adelante la primera función del día.
González comienza a prepararse para la jornada al igual que el resto de los 15 artistas que componen hoy la compañía. Cada uno de ellos con su propia historia, pero con un lugar común, la sagrada pista del circo, sitio en el cual se producen los fenómenos más interesantes. Aquí los artistas, pese a los problemas que como gente común y corriente puedan tener, olvidan todo para entregarse por completo a sus números.
Recuerdos y magia
Por otra parte el público compuesto por niños y adultos. Los primeros caen en la magia de ver a los artistas, ya sea sobre un monociclo de tres metros, sobre las alturas del trapecio, o realizando pruebas fantásticas de equilibrio, además de ver las travesuras de los inmortales payasos, alma de todo circo.
Por otro lado son los adultos los que caen en el estado mágico de viajar en el tiempo a bordo de la música y el trabajo circense. La vuelta a la infancia a esos momentos cuando eran sus padres los que los llevaban al espectáculo.
Historias de circo
La gente del circo alberga sus historias, algunas divertidas y otras casi tan increíbles como las proezas que realizan sobre la pista.
Luis Reyes, hoy a sus 77 años ya retirado de las pistas, continúa en el circo como el rey de las palomitas, pero atesora una de las historias más asombrosas del circo. Cuenta que cuando era joven trabajó en el mítico circo Águilas Humanas donde -como es costumbre en el circo-, hizo de todo. Fue electricista y luego aprendió el oficio del trapecio.
"Íbamos para Mejillones, veníamos del sur cuando el chofer de uno de los camiones el que transportaba los animales me pidió que lo reemplazara al volante, así que me puse a manejar. Cuando estábamos llegando a Antofagasta me di cuenta que la jaula de los tigres estaba abierta. Justo cuando detuve el camión salió uno de los animales y se fue derecho a la jaula de los caballos, así es que tomé una llave de ruedas y salí del camión para controlarlo. Ahí salieron los otros dos tigres y uno me saltó por la espalda y me clavó los colmillos en la cabeza detrás de la oreja", cuenta emocionado el hombre.
"Por suerte reaccioné y le agarré el hocico y ahí estuve forcejando con él. Yo sentía como hundía los dientes en mi cabeza, sabía que me iba a matar pero seguí luchando porque si lo dejaba me mataba a mí y luego podía atacar a los animales y a la gente que estaba ahí. Él me zamarreaba mientras mordía y con las garras me rompió toda la ropa, parecía muñeco de trapo pero no lo solté, hasta que llegó otra persona que había trabajado como domador y él logró controlarlo y ahí me escapé. Perdí mucha sangre y me llevaron a una clínica donde me curaron", concluyó en su relato.
Reyes exhibe los recortes de la prensa de la época 1984 de La Estrella de Antofagasta donde muestran su hazaña y el valor que tuvo el hombre de circo para defender la vida de los animales y la de las personas que estaban en el lugar.
Pero los artistas más jóvenes del circo también tienen su historia. Carla Quezada a sus 21 años lleva casi 17 años como artista. Su historia tiene que ver precisamente con el amor al circo y la pista. "Yo me salí un tiempo del circo para poder estudiar, soy técnico en párvulos, egresé el 2010 pero no puede aguantar sin el circo. La vida del circo es sacrificada pero es hermosa, no me encuentro haciendo otra cosa que no sea estar en el circo. Soy trapecista y en cada función lo dejo todo por actuar, amo el circo y seguiré en él".
Pero esta carpa guarda algunos secretos que no muchos conocen, como la del conocido personaje circense Ruperto quien triunfó en la televisión y que es familiar de José Luis González. Otro de sus parientes -un primo-, trabaja como trapecista en el Cirque du Soleil en las Vegas, Estados Unidos.
Cristian Quezada, quien es hermano de Carla también es trapecista y durante una temporada trabajó en China. El joven de 17 años comentó que "mi vida es el circo. A los 4 añitos me pintaron la cara y salí como payasito a la pista, a los 8 ya saltaba en la cama elástica, a los 12 ya estaba arriba de los trapecios, a los 16 estaba en China trabajando en el circo Flora Circus. Llegue a Chile en enero y ahora estoy acá disfrutando y aplicando todo lo que aprendí en los trapecios, para mí la vida es el circo y si me preguntan si lo dejaría, creo que solo lo dejaría el día en que me muera".
La jornada concluye, se apagan las luces y la magia del circo vuelve a dormir hasta la próxima función, cuando por el alta voz se escuche nuevamente el legendario "pasen a ver el circo" y despierte una vez más el espacio de magia y fantasía para niños y adultos, a cargo de la familia circense.