Fajardo: La lucha de los últimos productores de vino dulce
RAÍCES. La familia se levanta con campañas y nuevos productos para no abandonar la última viña que sobrevive en Copiapó.
L as tradiciones rurales en septiembre florecen con las Fiestas Patrias. En Copiapó, una de las comunas donde aún se mantienen las costumbres de la antigua tierra más ligada al mundo campesino, las guarda la tradicional Viña Fajardo, espacio agrícola inmerso en pleno sector urbano de la ciudad.
La viña, que fue afectada fuertemente durante el aluvión del 25 marzo, intenta ponerse de pie de nuevo con una serie de actividades y medidas implementadas, como "La Minga de la Alegría" y los centros de acopio que se instalaron para recibir los envases plásticos.
Son seis mujeres, junto a la matriarca de la familia, las herederas del terreno que hoy luchan por levantar la tradición que, pese a estar instalada en un sector donde hoy proliferan las construcciones, ya sea de villas o torres de departamentos, han logrado mantener en el transcurso del tiempo la esencia del inicio de la viña.
El lanzamiento de una copa grabada con la frase emblema de la viña y una botella de vino dulce, es otra de las iniciativas que las mujeres de Fajardo han elaborado para potenciar su empresa.
"La mujer que se emborracha con añejo copiapino es muy seria con su marido y se ríe con el vecino". Así versa la frase que don Celestino Fajardo acuñó a la entrada de su local.
Si bien, la frase no es propia de don "Chelo", como también se le conocía al emprendedor, este la habría recibido como un obsequio de su amigo, el folclorista Samuel Gutiérrez, quien en unas coplas dedicadas a Copiapó hizo mención de los embrujos que provoca este mosto artesanal en los paladares femeninos.
Historia
La parcela que alberga los predios Fajardo fue adquirida en 1953 a manos de Celestino, hombre profundamente ligado a la región. Cuenta la historia que, lo que hoy es una viña dedicada a la producción de vino dulce chicha, tinto y blanco artesanal, en sus inicios fue un sitio duraznero.
Pero, así como la tierra comenzó a dar los frutos a este hombre, la vida también se los dio, ya que conoció a su esposa y compañera por décadas. Fruto de este matrimonio nacieron sus seis hijas, las que alegraron sus días en el campo, según comentó una de sus herederas.
Por eso años el Pueblo de San Fernando, donde se ubica hoy la viña, era un sector muy diferente a la inmediación urbana de estos días. De ahí su importancia en la historia que por años ha acompañado a los copiapinos, y que durante las Fiestas Patrias marca su punto más alto de ventas.
Su hija, Nina Fajardo, recuerda parte de la vida y los inicios de esta tradición familiar. "El papá era muy primaveral, ya que nació precisamente al comienzo de la primavera, el 21 de septiembre de 1923, copiapino de tomo y lomo. Sus padres estuvieron ligados a la minería. Luego, el papá comenzó a trabajar en ferrocarriles, llegó a ser maquinista, y por esos años compró este terreno", indicó la hija del recordado copiapino.
"Contrario a lo que muchos creen, en el terreno no siempre se plantaron parras. Cuando los papás se casaron y llegaron al terreno comenzaron plantando duraznos, y en su momento llegaron a existir más de 800 árboles de duraznos, pero luego de algunos años comenzó una gran peste. Mi padre logró salvar los árboles, pero en otras parcelas no pudieron y se volvieron a contaminar. Llegó un momento en que no se pudo controlar y se optó por cortar los árboles, desde ese momento comenzó a plantar las parras; desde ahí que hay un dato erróneo. Cuando se habla de la viña y dicen que tiene 72 años, no es así; la Viña Fajardo tiene 60 años", comentó una de las hijas del precursor de esta empresa.
Nina agregó que "hemos realizado muchas actividades para recuperar nuestra viña y la gente ha respondido de muy buena forma, porque aquí es cuando se refleja el cariño que le tenían a mi padre y el valor que le dan a nuestra viña".
En el mismo aspecto, la hija del emprendedor también señaló que, desde aquellos años, muchos de los que hoy llegan con sus hijos hasta la viña recuerdan ese tiempo. "A mí me traía mi papá y don "chelo" siempre nos regalaba alguna fruta. Muchos de esos padres que hoy llegan con sus hijos fueron hechos en estos terrenos por allá por los potreros, en el romanticismo de las noches copiapinas y al calor de un buen añejo Viña Fajardo", dijo entre risas la mujer.
Desafortunadamente, luego del 25 de marzo, la viña recibió el impacto de gran cantidad de agua y escombros acarreados por el alud, situación que tiene hoy a los parronales apenas sobresaliendo a metro y medio del barro que hasta la fecha los cubre de manera parcial. Pese a ello, la hija de Celestino indicó que se trabajó en la recolección de las uvas que se pudieron salvar.
"Ahora también hemos recibido todo el apoyo de nuestra familia, hijos, nietos, sobrinas; todos aportan en un bien común que es la viña", dijo Nina.
La viña, pese a los embates recibidos por la naturaleza, no ha parado su producción de variedades vino y chicha, y sus administradoras y dueñas aseguran que la producción para este año está garantizada.
"Vamos a ver cómo lo haremos para el próximo año. Estamos intentando lograr recursos a través de concursos del Gobierno, pero lo cierto es que gastaremos todos nuestros esfuerzos para continuar con este trabajo en honor a nuestro padre", sentenció la mujer.
"La gente ha respondido de muy buena forma porque aquí es cuando se refleja el cariño que le tenían a mi padre y el valor que le dan a nuestra viña".
Nina Fajardo, hija de Celestino Fajardo
1923 comenzó el negocio tradicional del vino dulce en copiapino.
2.500 es el precio de una botella de un litro de vino dulce elaborado en Copiapó.
diversos productos reposan sobre los mesones de la viña, a la espera DEL MOMENTO EN QUE UNO DE LOS HABITUALES CONSUMIDORES, O AQUELLOS QUE HAN ESCUCHADO DE LA TRADICIÓN, LLEGUEn POR ELLOS.
La copa es grabada completamente a mano.
fotografía: Israel Chávez
LAS PROPIAS MUJERES DE LA VIÑA SE ENCARGAN DE ENVASAR EL TRADICIONAL producto COPIAPINO.
uNO A UNO, COMO LOS GRANOS DE UN gran RACIMO DE UVA, LLEGAN LOS PARROQUIANOS POR SU BOTELLA.