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la vida social en la universidad influye en el bienestar futuro

sicología. Un estudio asegura que tener buenas relaciones al comienzo de la adultez, permite vivir con mayor satisfacción la mediana edad.
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Muchos recuerdan la vida universitaria como un periodo de estrés para cumplir con las obligaciones académicas, pero también como un espacio para compartir con los amigos. Esta etapa puede ser clave para la salud en el futuro.

Un estudio de la Universidad de Rochester (EE.UU.), realizado por la especialista en sicología Cheryl Carmichael, asegura que tener una cierta cantidad de interacciones sociales entre los 20 y 30 años puede ser positivo para el bienestar en el futuro.

De hecho, la investigación señala que las personas con malas conexiones sociales tienen un mayor riesgo de mortalidad temprana. "Es equivalente al consumo de tabaco y es más alto que para los que beben cantidades excesivas de alcohol o sufren de obesidad", indicó Carmichael, académica del Brooklyn College y estudiante de doctorado en Rochester.

hallazgos

El estudio, publicado en la revista Psychology and Aging, muestra que las interaciones sociales frecuentes durante la universidad fueron beneficiosas en el futuro, ya que ayudan a construir un conjunto de herramientas que se elaboran a medida que pasa el tiempo y que ayudan a desarrollar la personalidad.

"En esa época es cuando a menudo nos encontramos con personas de diversos orígenes, con opiniones y valores que son diferentes a los nuestros, y nos enteramos de cómo manejar mejor esas diferencias", sostuvo Carmichael.

Sin embargo y de manera sorpresiva, la investigadora reveló que un gran número de interacciones sociales a los 30 años no tiene beneficios psicosociales en el futuro, pero reportaron tener relaciones de calidad -íntimas y satisfactorias- y altos niveles de bienestar.

El estudio también encontró que las personas de 20 años no necesariamente tenían éxito en tener relaciones de calidad a los 30 años, cuando el compromiso social empieza a tener un mayor impacto en el futuro.

seguimiento

La investigación de Carmichael tuvo como base el Rochester-Interaction Record (RIR), un estudio sobre interacción social de los estudiantes universitarios de la década de los 70. De los 222 voluntarios que se sometieron al RIR, la autora logró contactar a 133 personas, actualmente de 50 años.

Durante aquella época, los participantes escribieron sobre sus interacciones sociales en diarios. Los encuentros que duraban 10 minutos o más se calificaron en cuanto a si eran íntimos, agradables y satisfactorios.

Después de 22 años, Carmichael pidió a los ex estudiantes -ahora de 50 años en promedio- completar una encuesta sobre la calidad de su vida social y el bienestar emocional en la mediana edad. También se les consultó sobre la soledad y la depresión, así como la calidad de sus relaciones con amigos cercanos.

"Teniendo en cuenta todo lo que pasa en la vida de los 30 años -el matrimonio, formar una familia y la construcción de una carrera- es extraordinario que aparezca una relación entre el tipo de interacciones que los estudiantes universitarios y adultos jóvenes tienen y su salud emocional en el futuro", concluyó Carmichael.

"Sería interesante ver si la actividad social beneficiosa durante los años de la universidad y al principio de la edad adulta sigue teniendo un efecto en términos de longevidad, mortalidad y otros resultados específicos de la salud", añadió.

La composición química de los dientes puede indicar algunas enfermedades

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Es posible que el análisis de algunos componentes químicos que se encuentran en nuestros dientes, tales como el hierro, puedan evidenciar riesgos potenciales de padecer enfermedades neurodegenerativas en la adultez como el Parkinson.

Esta teoría fue desarrollada en un artículo publicado en la revista Perspectives, escrito por investigadores de la Escuela de Medicina de Icahn en el Monte Sinaí, la Universidad de Tecnología de Sydney y el Instituto Florey de Neurociencias y Salud Mental en Australia. El documento fue recogido opr Nature Reviews Neurology.

"Los dientes son de nuestro particular interés para la medición de la exposición a sustancias químicas durante el desarrollo fetal y la infancia: proporcionan un registro cronológico de la exposición de su composición microquímica en relación a las líneas de crecimiento definidas al igual que los anillos en el tronco de un árbol, explicó Manish Arora, perteneciente a la Facultad de Medicina de Icahn.

Los especialistas explicaron que a través del análisis de los depósitos de hierro en los dientes es posible "rastrear el impacto de la contaminación sobre la salud a nivel mundial".

Para ello, utilizaron la tecnología dental para distinguir a los bebés que fueros amamantados de quienes recibieron leche de fórmula.

Este método se puede aplicar para estudiar la relación entre la exposición temprana al hierro y las enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer, asociados con el proceso anormal de esta sustancia.

Si bien no todos los bebés alimentados con fórmula experimentarán la neurodegeneración en la edad adulta, la combinación de un aumento de la ingesta de hierro durante la infancia con una predisposición al metabolismo del cerebro para eliminar los metales excesivos, lo que puede dañar las células a través del tiempo.

Habilidades

La vida social en la época universitaria ayuda a desarrollar habilidades de la personalidad y de esta manera tener la capacidad de concretar relaciones íntimas y satisfactorias.

Efecto adverso

En cambio, quienes se apartan de la interacción son tan propensos a la mortalidad temprana como los adictos al tabaco, el alcohol o quienes padecen sobrepeso y obesidad.

Capacidad

La tecnología de análisis de hierro en los dientes es capaz de distinguir a un bebé alimentado con leche materna de otro que recibió fórmula.

Detección

El desarrollo anormal de hierro puede conducir a enfermedades neurodegenerativas en el futuro. Por esta razón el examen es de suma importancia.

¿Puede la gratitud mejorar la salud del corazón?

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Investigadores de la University Herald llegaron a la conclusión de que sí. Descubrieron que la gratitud que se aprende dentro del contexto de la espiritualidad hace toda la diferencia, e incluso ayuda a dormir mejor y tener buen humor. Sus estudios afirman lo que creo y he experimentado en mi propia vida: Dar gracias por todo lo bueno que ocurre en la vida personal puede tener como resultado una mejor salud mental y física en pacientes con problemas en el corazón.

Cuando yo tenía 11 años, recibí el diagnóstico de que tenía un problema en el corazón que me impediría ser una adolescente normal, en términos de practicar deportes. Pero a los 12 años mi manera de pensar sobre la vida y sobre mí misma empezó a cambiar mucho, porque empecé a leer la Biblia y el libro Ciencia y Salud, de Mary Baker Eddy, que explica la Biblia metafísicamente.

No pensé más en el problema del corazón y sólo volví al médico a los 18 años, por exigencia de la universidad. Entonces le pregunté acerca de mi corazón, y le di el diagnóstico que había recibido a los 11 años. El médico me dijo que todo estaba bien; había sanado por completo. Hoy me encanta hacer ejercicios y andar en bicicleta, sin sentir el cansancio o fatiga como se esperaría.

Este pensamiento que comparte Mary Baker Eddy en su libro "Miscelánea" presenta una perspectiva muy interesante sobre el tema: "Qué es la gratitud, sino una poderosa cámara oscura, algo que enfoca la luz donde el amor, el recuerdo y todo dentro del corazón humano está presente para manifestar luz".

Esa linda metáfora me ayuda a enfocarme en la gratitud respecto a todos los aspectos de la vida. Esa gratitud, de verdad, llena mi corazón de amor, y eso ilumina mi manera de pensar. Como en los tiempos bíblicos, donde el corazón era visto como el centro del conocimiento, me gusta la idea de que cuando siento gratitud, mis pensamientos pueden ser iluminados por la luz del Cristo, la presencia infinita del Amor divino, lo que me permite hacer mis tareas, cumplir con mis responsabilidades y resolver mis problemas en paz y tranquilidad; y esto puede ocurrirle a todos.

Por eso creo que la gratitud sí mejora la salud del corazón - ¡la salud física y mental!