Secciones

Crónica de un día en Tierra Amarilla y su valle tras la catástrofe

E-mail Compartir

La llegada a la comuna de Tierra Amarilla no contrasta con el verde que antes se veía en zona: hoy el polvo y tierra son protagonistas en la ruta C-35.

El ambiente al llegar al sector que da inicio a la zona urbana da la bienvenida a lo que se ve actualmente es la región. Aparece el barro, el olor a barro. Nubes de polvo y filas de palas en movimiento sobre la calles. Se asoman las personas limpiando sus casas, se deja ver el terreno de la devastación. En la zona asoma un hospital de campaña militar, ya que el Cesfam de la comuna está inoperativo por el barro.

Los tierramarillanos son duros. Conviven con la minería y la falta de agua. Ahora les tocó un nuevo desafío y se muestran optimistas pese a haberlo perdido todo. 'El agua entró a mi casa de lado a lado. Pero no puedo echar pie atrás ya que son años de esfuerzo', cuenta Rufina Castillo, damnificada de Tierra Amarilla.

'Amigo tiene una mascarilla que me regale', es una frase que escuché varias veces. Cuesta respirar. La maquinaria circula limpiando la comuna, el polvo impide la visión. Muchos son los residentes que a un costado de sus casas rescatan lo que pueden.

Manos llenas de barro, ropa sucia y pocos niños en las calles. Todos están en el albergue, los adultos deben salvar sus casas, ojalá los recuerdos que quedaron a pesar del alud.

'Ya no sé qué es peor. El polvo, el barro o la salida del río. Esto es un infierno', comenta una vecina mientras mira su entorno.

'Acá siempre existió el problema del polvo en suspensión y ahora se agrava', ya no sabemos que hacer', lamenta Mirko Silva, residente.

Al avanzar por Miguel Lemeur se nota el trabajo, el barro disminuye y las familias circulan con cierta normalidad. Aunque llegando a los sectores de Cancha Carrera y Algarrobo la historia es otra. El río corrió sin piedad por encima de lo que estaba en el lugar. 'Lo perdí todo, corrí al cerro y no volví más. No estaría viva ni yo ni mis hijos. Ahora solo agradezco eso', dijo Patricia Aguirre.

El sector oriente de Tierra Amarilla se encuentra bajo el lodo. Son muchas las familias que vivieron durante años a un costado del río Copiapó. Muchos de ellos siempre lo vieron seco, le llamaban el 'río muerto', nunca esperaron una situación así. 'Yo compré estos terrenos hace 35 años. Acá pasaba el río pero nunca de tal forma, ahora perdí mi parcela. La destrucción ha sido total, no había visto nada igual', relató Abilio Aravena, afectado de Tierra Amarilla.

La ruta C-35 se transforma en el camino hacia lo desconocido. La información del interior de Tierra Amarilla siempre es difusa y muchas son las historias que se cuentan hacia la cordillera. Al entrar en la ruta se ve la destrucción. Los parrones están en el suelo o casi totalmente tapados con barro. Además las maquinarias, camiones y autos se ven por todo el trayecto hundidos en el fango, totalmente destruidos.

Ya son varios días los transcurridos y el trabajo en la vía se nota. Los vehículos tienen menos problemas para transitar gracias a que el sol del norte a secado la humedad del barro. Pero mirar entre el polvo genera molestias en los transeúntes.

El valle vuelve a tener agua como en el pasado, en medio de la destrucción que dejó un río olvidado.

Las personas de los pueblos que se salvaron de alud no se muestran. Al paso se ve cierta actividad agrícola en los fundos intactos. Y claro si esta semana acababan las temporadas y hay que sacar la última uva que queda en el sector.

Ya a escasos kilómetros de Los Loros se dimensiona la catástrofe. En Cerrillos el río recuperó su cauce natural y destruyó todo lo que le había quitado terreno. 'La naturaleza siempre recuperará lo suyo', escuche una vez.

Ya con más de 50 km. recorridos, el fin del camino llega y la imagen es muy distinta a la que tenía hace un mes. La única forma de entrar al pueblo de Los Loros es por el bypass, el pueblo se encuentra dividido en dos. Son diversos los servicios de emergencia que han llegado. Los familiares de los desaparecidos deambulan y miran donde estuvieron sus casas.

'La vida siempre ha sido difícil, pero ahora ya es mucho', comentaba Juan Uribe al pasar en busca de agua.

La desolación en el lugar es total y lo único que piden quienes deambulan por la avenida principal es 'encontrar sus familiares'.

Llegar al punto cero de la catástrofe en el pueblo de Los Loros es complicado. Hay que subir hacia el sector de 'Las Tomas'. Hay mucho barro y escombros en el camino, no hablo de piedras sino de lavadoras y sillones que quedaron en el medio de la calle.

La gente sale a conversar 'no tenemos nada, queremos agua y maquinaria', reclaman. Están retirados de la ciudad y lo saben 'que aprovechen que abrieron la ruta. Acá los voluntarios no llegan les queda muy lejos. Necesitamos limpiar las calles para despejar las casas', reclama Alexis Tapia.

La población que una vez estaba llena de niños jugando y gente en la calle ahora se ve como una zona de guerra. La cancha no existe, sirvió de espacio para la quebrada, sólo la sede social sobrevivió al alud.

Los vecinos se ayudan, algunos se fueron del lugar sin nada que recuperar. Otros están recogiendo lo que queda de sus techos y martillando para volver a empezar.

'Que alguien nos saque de aquí!' se escucha a lo lejos. Muchos vecinos no tienen nada y piden ayuda, son de escasos recursos y han sobrevivido gracias al albergue.

Los Loros como centro pintoresco del valle de Copiapó ya no existe. Un socavón distorsiona la visión. En el lugar corren vecinos, los bomberos se mueven y la esperanza de encontrar a alguien nace. Pero es una falsa alarma ya que 'el barro tiene cuatro metros de profundidad y deben entrar máquinas primero', comenta un funcionario.

Los vecinos piden que se les tome en cuenta. 'Vino la tele, pero no pasó nada. Acá la autoridad ha pasado y ha visto como estamos, pero no nos han ayudado. Nuestras casas no tienen salvación y solo queremos recuperar lo poco y nada que tenemos. Para eso necesitamos una máquina que saque todo el barro de las calles y nosotros podamos levantar este pueblo que está al medio de la nada y representa a todo el valle interior', enfatizó Cristopher Mena, habitante de Los Loros.

El valle sigue y sabemos de lo ocurrido en San Antonio, los vecinos dentro de su tragedia se preocupan. Pero la ruta y las historias no permiten seguir, hay toque de queda, debemos volver a Copiapó.

Más de 60 km de viaje. Donde se puede ver la fuerza del agua en un lugar que siempre la necesita. Me quedo con la imagen de fortaleza de la gente, las ganas de surgir ante la catástrofe, y su petición de ayuda para lograrlo.