Lo sorprendente de los últimos días, o los últimos tiempos es, a no dudar, la serie de revelaciones denunciando los vínculos entre el dinero y la política. El poder en esencia, o en su máxima expresión... ¿Qué es lo sorprendente, entonces, de aquello?

Vayamos a la historia. Hasta hace apenas algunos años, en Chile y el resto del mundo votaban y dirigían los destinos de la nación, quienes tenían un patrimonio económico mínimo. El famoso senado romano también era constituido por patricios y si buscamos a los padres fundadores de cualquier país, simplemente constataremos que todos ellos fueron hijos de la élite.

¿Qué nos dice aquello? ¿Es eso correcto? ¿Estamos gobernados desde siempre por castas y grupos de poder? ¿Qué es lo distinto hoy?

Claro. Ha pasado mucha agua bajo el puente desde los tiempos del Imperio Romano, o las cruzadas libertadoras de los países latinoamericanos.

Desde entonces, las mujeres se han sumado al derecho a voto y también buena parte de los hombres, muchos e los cuales, hasta hace algunas décadas, también estaban impedidos de ejercer el rol de ciudadano que hoy se garantiza para todos.

La expremier inglesa Margaret Thatcher dijo alguna vez una frase violenta y que para muchos es perfectamente cierta: "La sociedad no existe. Hay individuos, hombres y mujeres y hay familias".

Otros han agregado que sólo existe el poder.

¿Cuál es el problema entonces? ¿El "exceso", la "acumulación" de poder? Posiblemente sí. De allí que se cuestione el maridaje entre riqueza y política.

¿Pero no es acaso nuestro modelo el fruto de aquella relación tan cuestionada?

Veamos los costos de una campaña y el seudo secuestro que de la democracia hacen los partidos. ¿Se financian tiendas y pensamientos o arreglos y beneficios particulares?

La democracia exige controles que aún están lejos de ser perfectos y esa es parte de la radical transformación que hoy observamos.

El mundo tiene cada vez más incertidumbres y nadie puede estar cierto en su actual escenario.