La Semana Santa se caracteriza por ser un periodo de reflexión, pero también, hoy debe motivar la acción y la solidaridad.
Chile se ha visto afectado por un terremoto y ahora, por un incendio en Valparaíso. Ambas catástrofes dejaron fallecidos y miles de personas sin hogar o con lo mínimo para vivir.
El mundo cristiano comenzó a vivir la llamada Semana Santa, el período que recuerda y conmemora la muerte de Jesucristo. Las distintas confesiones han preparado maneras diversas de recordar este hecho, que marca un antes y un después en la historia humana, no sólo en términos religiosos, sino que en aspectos culturales, humanos y sociales.
Pero más allá de las diferencias, que con el paso de los siglos se han ido adaptando para dar vida a distintas cosmovisiones, persiste la figura de Cristo con sus valores fundamentales como uno de los pilares que fundamentan la sociedad occidental actual. La reflexión llega justo en el momento en que Chile necesita pensarse en virtud del prójimo, el mismo prójimo que Jesús planteó en su doctrina.
Al terremoto que hace dos semanas azotó a las regiones del norte grande del país, ahora se suma el incendio que consumió cerca de 900 hectáreas de suelo en Valparaíso, con más de dos mil viviendas quemadas y sobre los 8 mil vecinos damnificados. Los hechos muestran lo necesario, hoy especialmente, que es pensar en aquellas personas que se han visto afectadas por dos tragedias de gran envergadura.
Es vital no superponer una tragedia por sobre otra, ni que el dolor de unos opaque la necesidad de otros. Porque cada una de las zonas afectadas necesita levantarse y requiere ayuda, empatía y solidaridad. Pero más allá de aquello, siempre queda la necesaria lección de estar preparados ante cada evento catastrófico que pueda enfrentar nuestro país.
Hoy Chile trabaja para levantar a zonas afectadas por un terremoto y un incendio. Mañana puede ser una inundación en otra zona. El deber de cada ciudadano y especialmente del Estado, es reducir al máximo los efectos negativos que puedan tener eventos que lamentablemente, no son nuevos en nuestro país. Se repiten y cada cierto tiempo, ahondan en pérdidas y daños. Pero por lo pronto y en pleno apogeo de la cristiana reflexión de estos días, es el momento de hacer propia no sólo el pensamiento, sino que también la acción, colaborando con aquellos compatriotas que hoy están sufriendo.