Las emergencias registradas en los últimos días, muestran que la población tiene más conciencia de la prevención. Pero ¿Qué pasa con nuestras ciudades?
El norte del país se caracteriza por contar con ciudades junto al mar, con múltiples servicios críticos ubicados en zonas inundables por eventuales tsunamis.
El terremoto registrado el martes por la noche en la zona norte del país, como las réplicas asociadas, dejan una serie de aspectos para la reflexión y para la revisión, no sólo por las mejoras en los procedimientos y sistemas técnicos ante una emergencia de este tipo, sino que también por las características de las reacciones humanas ante este hecho. Se debe partir de la base que un sismo de 8,2 grados es un evento telúrico de gran magnitud, que en este caso encontró una buena respuesta en la zona norte.
El sismo se transformó en el eslabón más significativo de una serie de temblores de este tipo que se han estado registrando entre las regiones de Tarapacá y Arica y Parinacota, los que han tenido a Iquique como foco de la noticia durante las últimas semanas. Aquellos movimientos importantes, que en su momento generaron inquietud en la población, permitieron a la misma estar preparada ante el evento del martes por la noche. Se suma también la conciencia instalada ya en la población ante la posibilidad de que el norte del país fuera azotado por un terremoto de gran magnitud.
En Chile fueron cerca de un millón los habitantes de las zonas costeras del país quienes fueron evacuados luego del sismo del martes por la noche. Un tercio correspondió a pobladores del norte del país.
Pero en este marco, se deben también analizar las debilidades que persisten en nuestro país para hacer frente a los sismos, especialmente en términos urbanos. Claramente nuestro país presenta problemas serios, como el que once hospitales estén en zonas de inundación por tsunamis, o que haya servicios estratégicos, incluso de emergencia, ubicados también en áreas de riesgo. Antofagasta fue testigo de lo que ha ocurrido, por ejemplo, con grandes terrenos privados como el del Ferocarril Antofagasta Bolivia, condición que dificultó la primera evacuación.
En el norte, las ciudades tratan de abrirse espacios entre el macizo costero y el mar, condición necesaria para pensar cómo estamos urbanísticamente preparados para enfrentar eventos como terremotos y tsunamis, además de entender que la preciosa "vista al mar" en nuestro país, tiene riesgos asociados.