Chile vive una crisis social que puede ser explicada de distintos modos, pero hay uno que es claro: la falta de credibilidad de una serie de instituciones. La rabia contenida ha explotado y con ello el peligro de querer "dar vuelta todo" como sectores extremos proponen, dejando la institucionalidad de lado.
Abogados, representantes populares como el padre Felipe Berríos y otros ligados a causas sociales y que buscan cambios, han repetido un concepto: no dejarse engañar.
La idea de hacer desaparecer las instituciones no va a solucionar las demandas y lo que hoy Chile no necesita es que los extremos vayan abriéndose paso hasta llegar al centro de todo, porque el perjuicio sería terrible. La historia nos puede confirmar esto y por lo tanto la institucionalidad es la que debe ser fortalecida.
Hay injusticias como bajas pensiones, listas de espera, la corrupción, las colusiones empresariales y otras. Y quizás ya la gente no le cree a las instituciones ni los políticos y sienten que no las han protegido, pero no por ello Chile va a ser incendiado.
Por ello es que el camino de una nueva Constitución parece ser el paso justo para devolvernos al punto de las ideas, de las convicciones y de fortalecer la democracia.
Se ha esgrimido que fue confeccionada entre cuatro paredes, pero lo cierto es que en esto lo primordial es mirar el resultado. Por primera vez en la historia la ciudadanía tendrá la opción de elegir si quiere o no una nueva Carta Magna e incluso la forma ya sea con una Convención Constituyente o la Convención Mixta. Además no solo la entrada del proceso irá a las urnas, sino que la salida lo que permitiría al electorado manifestar su descontento rechazándola.
Se habla que no va a remediar las desigualdades, las listas de espera y bajas pensiones. Ninguna Constitución del mundo lo hace, pero sí puede crear mecanismos para que los políticos tengan una real respuesta a los cuestionamientos y no dejen proyectos "durmiendo" en el Congreso por ejemplo.
Por otra parte ¿por qué no avanzar a la par? No por una elaboración de la Carta Manga, la gente debe dejar de movilizarse.
Sí hay que tener claridad en esto. El concepto de cuidar la institucionalidad es confundido (o usado a su favor) por quienes tienen la idea de mantener el status quo e incluso operan bajo la lógica del "Gatopardo", es decir simular un cambio total para que todo siga como está. En el caso específico de la nueva Constitución, no es aceptable el manejo inadecuado de la "letra chica" y la "letra grande" de los plebiscitos y la convención elegida.
Por ello es que la ciudadanía debe cumplir un rol fundamental, siendo vigilantes y dando la alerta cada vez que ocurran situaciones irregulares. Pero la casta política es la principal responsable y eso implica dejar atrás prácticas como las negociaciones que solo favorecen a su sector, que prevalezca el punto de vista que más favorezca al país y que trabaje para que los procesos eleccionarios sean lo más transparentes.