Hace unos años y décadas el fallecido sacerdote jesuita Renato Poblete gozaba de un prestigio que lo hizo conocido a nivel nacional. Presidentes de la República, ministros, senadores, diputados, figuras de la televisión, pensadores y otros se deshacían en loas que hoy están convertidas en palabras de rechazo.
Los más de 20 casos de abuso sexual han sido lamentados y rechazados de manera transversal, lo que ha incluido que ministros salgan a dar sus lamentos.
La pregunta que ronda es ¿cómo todo esto pasó inadvertido tras casi cinco décadas? ¿nadie de su entorno más cercano pudo notar algo?
Hay que partir de un concepto clarísimo: lo que sucedió con Poblete no es nuevo. Pasó, ha pasado y seguirá pasando en el mundo por un concepto que podríamos denominar como "sesgo de la omnipotencia", propio de figuras que van insertándose socialmente como "hombres de bien", "de prestigio" y considerados "intachables" a partir de su labor pública.
En la misma Iglesia podemos encontrar ejemplos, como también en otros ámbitos. Como se describió en estas líneas un caso muy gráfico es el de Michael Jackson, endiosado por su talento musical y obras de caridad, pero cuya otra cara fue dada a conocer a los años.
"Fuimos ciegos" y "no atinamos" han sido parte de los lamentos de los jesuitas que agregan que cuestionar a Poblete sonaba "impertinente". Y claro el religioso cultivó un perfil de hombre de Dios, solidario y que luchó contra la pobreza, por lo que a ojos del mundo no había espacio para la maldad.
Este "sesgo de la omnipotencia" impone un velo digno de análisis social, porque finalmente fueron casi cinco décadas de una cara que no quisiéramos en Chile, es decir de la pasividad, y la incapacidad de al menos dudar un segundo de seres que son endiosados.
He allí el error, porque no estamos hablando de "Dioses", sino que de personas y como tales, pueden cometer errores o brutalidades, que finalmente pueden esconder sus intenciones a través de acciones positivas o por el poder que tienen.
Queda en la reflexión los dichos de Francisco Jiménez, delegado para los jesuitas, quien en entrevista con El Mercurio reconoció que hace unos años decía "la gente buena para hablar", por los rumores. Esta vez, estos eran ciertos y queda como lección que vale la pena indagar antes de sentar un prejuicio, porque finalmente hay afectados que vivieron duras realidades y que terminan "atados de manos" con la idea de que nada se puede hacer por este "sesgo de la omnipotencia", que pasó, está pasando y seguirá pasando.