Las Hormigas carpinteras
Le dieron 40 páginas para escribir una novela. Y tomó el reto con dos historias: una que transcurre entre albañiles y hormigas. Y otra que surge luego de ver a un par de aves negras dentro de una jaula colgada para que las aves "vean el mar" en Cuba. Cynthia Rimsky deja huerta y moto para contar los detalles de su obra.
La producción del último libro de cynthia rimsky fue realizada a pequeña escala en una finca de argentina. La portada la ilustró su sobrino y las primeras lecturas y fotos, son de amigas.
"El buen escritor nunca dice más de lo que pensó. Así su escritura no redunda en provecho de él mismo sino exclusivamente de lo que quiere decir". Tal sentencia plantea Walter Benjamin en "Cuadros de un pensamiento" y aplica como guante a la chilena Cinthya Rimsky.
Afincada desde hace algunos años en Argentina, en San Andrés de Giles (cultivando una huerta y desplazándose en moto a través de caminos de tierra) llega a las librerías nacionales este verano con una breve historia que se bifurca en otra que, a su vez, le muerde la cola a la primera. Son dos historias: la primera es una construcción y la segunda surgió del seguimiento a dos pájaros negros en Cuba.
La obra de reconstrucción en la que se centra la primera trama sucede en las afueras de Buenos Aires. Es un calmo ir y venir de albañiles. Mientras tanto, las propietarias -de la ficción- inspeccionan, desean y zozobran entre paredes tumbadas y filtraciones. La otra historia -la segunda- es la estadía en un pueblo costero de Cuba de alguien -indeterminado en su género- y de lo que allí vio y divagó cuando se enfrentó a una jaula colgada en un árbol.
Cosquillas
Rimsky cuenta que los primeros borradores se los dio a leer a su amiga Marta Hansen. "Que ama leer, y que se da el tiempo para todos mis borradores, ¡un lujo!", enfatiza y añade que la producción del libro funcionó "como un boliche de barrio, entre vecinos", con la ilustración de portada de su sobrino Lucas Rimsky, las fotos de María Aramburú y el diseño de Constanza Jarpa-Luco de Mundana.
-¿Cómo empezó a tomar forma este libro?
-La editora y escritora Macarena García Moggia me preguntó si quería escribir un libro de 40 páginas y me llamó la atención que el límite fuera un número. Tenía guardadas dos imágenes que me hacían cosquillas y el límite de páginas fue, en principio, una forma de aproximarme a ellas y de bajarles el copete a lo apabullante que tiene encontrar las puntas de la madeja. Así que les dije a las historias: ustedes son solo 20 páginas cada una. Y me animé.
-¿Cuáles fueron las primeras imágenes que tuviste?
-La de una casa recién construida que, al día siguiente de ser entregada a sus propietarias para que comiencen una nueva vida, empieza a padecer el clima, los insectos, las goteras, los misterios de la construcción. La otra pregunta fue por los albañiles: ¡Los que construyen una casa para otros, no tienen casa propia! ¿Dónde se cruza el deseo de las futuras propietarias con el aburrimiento, el cansancio, con la privación de los albañiles? La segunda imagen se me apareció en un balneario cubano, al ver personas que paseaban con un pájaro negro en una jaula y la colgaban de los árboles para que mirara el mar. Me bajó una curiosidad enorme. Hasta el último día no quise preguntar el motivo, preferí seguirlos y observar.
-¿Cómo fueron cuajando las voces que narran?
-En este caso fue más complicado encontrar las voces, porque la explicación real es bastante cruel. Así que tuve que llevarlo mucho más lejos. Y me acordé de las partes de "La Nueva Novela" de Juan Luis Martínez donde habla del lenguaje de los pájaros.
-¿Siempre lo pensaste como dos historias, en dos lugares diferentes?
-Sí, desde el principio las pensé como dos historias diferentes, pero empecé a probar: qué pasa si pongo en ambas algunos elementos comunes que funcionen de distinta manera en cada historia: los pájaros, los autos, el engaño, etc. ¿Qué le pasará a los lectores?, ¿qué cruces harán?
-¿Qué te llevó a poner algunas fotos?
-En general, gracias a la colaboración de la artista visual Andrea Goic, incluyo imágenes: las hay en "Poste restante", "Ramal", "Cielos vacíos", "El futuro es un lugar extraño". Me gusta ese vértigo que produce una imagen aparentemente tan anclada en lo real y un texto que se dispara a otro plano, tan alejado de la imagen. Este trabajo lo he venido haciendo desde el comienzo en complicidad con Andrea, ella me ha enseñado a afinar el ojo en ese sentido.
Los materiales
La primera parte del libro remite a la mudanza y el arraigo, a echar cimientos y empezar la titánica tarea de refaccionar una casa abandonada.
"De lo que tratan los relatos se lo dejo a los lectores. A mí me interesa el trabajo con los materiales. Cómo la imaginación va llevando situaciones tan cotidianas y, por eso mismo, invisibles, a tocar fibras tan distintas y universales. Por ejemplo, el aburrimiento del constructor. Se me ocurre esa imagen: un constructor aburrido con su trabajo, que no puede dejarlo porque, además, lo hace bien. Cómo funciona desde esa óptica lo que construye. La contradicción entre esta pareja que ansía una nueva vida, y el constructor aburrido que la hace posible. Cómo se contagian estos dos relatos", explica Cinthya Rimsky desde su vergel.
-Las calamidades que aparecen, los vicios de origen, la humedad y las hormigas, ¿cómo aprecias todos estos acontecimientos?
-Es el misterio. Te enfrentas al misterio de cómo las hormigas pueden pasar por los cimientos que viste construir sólidamente. Cómo el ánimo de los albañiles se transforma en un desperfecto. Cómo una gota de sudor modifica una pared, por dónde se cuela la humedad si no hay agujeros. El misterio de la construcción de una obra, de un texto, de una vida.
-La segunda parte es una estadía, donde alguien permanece atento a lo que sucede sin ninguna búsqueda especial. ¿Cuánta conciencia tenías sobre los materiales que se fueron tramando en esta sección, surgieron como ciertos temas o solo un deambular?
-Cuando fui a Cuba me rebelé contra esa especie de mandato de tener que escribir sobre el sistema político. Viajé con la mini maleta con ruedas, deambulando -como dices tú- con los poros abiertos, en la idea de no armar ninguna figura coherente, cerrada. Me aboqué a no comprender, atesoré las contradicciones, las confusiones, sin ordenar lo que veía en función de la lógica de un texto. Solo el último día, en el último lugar, surgieron los paseadores de pájaros. Un regalo a la constancia de la inconstancia.
-Si en la primera parte hay una obra, en esta segunda hay ruinas. ¿Tomaste esto como una suerte de binomio?
-No, como te contaba, no trabajo con conceptos, con ideas fuerza, con lo bueno o lo malo, la obra, la ruina. Aborrezco esa literatura literal, que cuando lees, te sientes totalmente identificada, porque es lo mismo que te pasa, que sientes, que piensas. ¿Cuál es el sentido de leer, entonces, si no te abre a sentidos no binarios o lógicos?
-¿Te gustan los pájaros?
-Desde que vivo en el campo pongo atención hacia los pájaros, los animales, los insectos, y sobre todo al sistema que logran construir y que permanece invisible a nuestros ojos. Hay un equilibrio precario, siempre al borde de colapsar, del cual, los seres humanos somos los únicos que no nos enteramos (me salto los atentados permanentes al medio ambiente).
-En ese mismo sentido, ¿te interesa el comportamiento de los animales?
-Lo que me maravilla es la ignorancia en la que vivimos respecto a este sistema de equilibrios.
-¿Cuál fue el mayor desafío de este libro?
-El mayor desafío fue trabajar los materiales que tenía entre manos para que cantaran distinto a cómo cantan en la vida real. Para que "el libro" sea una pregunta por el sentido, no una afirmación.
-Cuéntame de los dos epígrafes que pusiste, el de René Char y el de Juan Luis Martínez.
-Como no quise poner títulos a los dos relatos para acentuar la idea de que los límites son difusos, puse los epígrafes para guiar a los lectores hasta la entrada. De ahí en adelante van solos.
-¿Estás entregada a un nuevo libro?
-Estoy terminando la próxima novela, que en realidad se ha ido alargando. Me pasa que no la quiero terminar porque está siendo tan agradable escribirla. Habiendo pasado ya por todas las dudas sobre su construcción, me estoy dejando llevar por la imaginación y no tengo idea adónde iré a parar.
Post scritum
Antes de terminar esta entrevista, la autora aclara que hay una pregunta que quiere responder: "En el segundo relato, en vez de definir el género de él/la narrador/a, coloco un guión bajo que lo deja en la indefinición de si es hombre o mujer. Siempre que construyo un personaje, viene la cuestión del género. Esta vez me acordé especialmente de Clarice Lispector, quien al momento de escribir, no se sentía hombre o mujer. Entonces, me dije, qué pasa si le doy a l@s lector@s la posibilidad de elegir, de que pongan en ese guión bajo, su propio deseo de género. Tiene que ver también, ahora que emerge con más fuerza la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, con mi sueño de que la humanidad no se divida por géneros totalizadores. Que uno pueda sentirse como desea, como un mezcoloncho* de cosas.
*Palabra inventada por Cynthia: cruce de mezcolanza y melcocha.
La escritora chilena ganó el premio Municipal de Literatura de Santiago y se radicó en argentina desde hace seis años.
"Cuando tenemos una duda, el mejor lugar para hacerla pública es el pequeño almacén de la calle principal. Siempre aparece alguien que sabe de un tercero al que le ocurrió algo similar y, entre las angostas paredes atiborradas de alimentos que diariamente remarcan por la inflación, la extrañeza se convierte en ley. Nos enteramos de que las hormigas carpinteras se dedican a horadar los cimientos de todas las casas del pueblo y que los vecinos barren los montoncitos con la escoba.
La losa bajo la mesada amanece mojada; mojadas las baldosas calcáreas de la cocina y del baño. El niño gigante no opina -como nosotras- que el piso se ha ido encrespando desde que el albañil lo puso, el día que hicimos el asado y se tomaron media docena de cervezas. Viene en el Falcon blanco, no puntualmente, pero viene a pesar de que hace mucho le pagamos; maneja cuarenta kilómetros para decirnos que no se le ocurre una explicación. Bajo la mesada no pasan cañerías. Las únicas que pueden decir algo son las napas, pero hablan otro idioma. Busco un tutorial para saber qué tanto pueden subir y aun así es difícil imaginar que alcancen el piso de la cocina; me aclaran que se filtra la humedad, no el agua. Todo se lo achacan a la humedad. El niño gigante está de acuerdo en que el piso volverá a mojarse sin explicación.
No llueve una gota durante todo el verano, en el jardín aparecen grietas tan anchas que se puede meter el pie. Introduzco un palo para calcular la profundidad, la vibración me hace pensar que allá abajo viven los refugiados que la sequía desplazó de su hogar. Una plaga de pequeñas langostas rojas se pasa del jardín de la viuda a la enredadera, desaparecen un par de arbustos. Un día saco la alfombra y veo una grieta como las del jardín que cruza las baldosas originales de la tapera; aparecen grietas en los ladrillos de la galería, en el borde de las ventanas, en las paredes por dentro y por fuera, la casa se separa de la vereda".
"En obra"
Cynthia Rimsky
Mundana Ediciones
76 páginas
$7.000
Cynthia Rimsky y el misterio de la construcción de una obra
Por Amelia Carvallo
"Hay un equilibrio precario, siempre al borde de colapsar, del cual, los seres humanos (...) no nos enteramos"
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Adelanto del libro "En Obra" Por Cynthia Rimsky
El mercurio
"Desde que vivo en el campo pongo atención a los pájaros, los animales, los insectos, y sobre todo al sistema que logran construir".