Paola Aveggio
Carmen Descovich (35), chillaneja, cuida de su burra "Bella", de cinco años de edad y madre de una cría de cuatro meses, con quien trabaja en la venta de leche de burra, tradición nortina vigente en la capital regional.
Durante las mañanas de los días lunes, miércoles y viernes, junto a sus hijos -durante el verano-, Carmen se instala en el centro de Copiapó, a vender el brebaje quienes transitan por el sector. Es común verla en la esquina de Atacama con Chacabuco, entre 11:00 y 14:30 horas.
"La burrita da leche de lunes a domingo, sólo durante las mañanas, ya que en la tarde descansa en la parcela junto a su cría, a la cual amamanta", dice Carmen, quien durante los días martes y jueves recorre los cerros cercanos a su domicilio por la avenida Copayapu con callejón Pedro de Valdivia, vendiendo este tipo de leche.
La emprendedora cuenta que junto a su marido, tienen dedicación exclusiva a este oficio. "Él trabaja hace más de treinta años en esto, yo hace siete", señala, informando que actualmente y como suele ser durante los veranos, su marido se encuentra entre Caldera, Chañaral y Diego de Almagro, vendiendo en calles, playas y centros urbanos.
Arrastrada por una correa, la burra de Carmen, -que cuenta con permiso del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para trabajo con animales-, se alimenta de pasto, afrecho y pellet para caballos. "Una burra dura 20 a 30 años de vida, según cómo se cuide, y puede dar siete u ocho meses de leche en el año desde la primera cría", dice Carmen, agregando que a las burras se le suele cruzar a los dos, cinco y ocho años de vida.
Vivencia milagrosa
Entre los consumidores de la leche de burra, Carmen reconoce a adultos y niños, especialmente aquellos que están enfermos del estómago, o sufren de úlceras, gastritis, bronquios y pulmones. "Es muy buena, no tiene lactosa ni grasa. Los niños la disfrutan, es como la leche en caja, pero tibiecita", comenta.
Respecto a sus dosis, se entregan en vasos pequeños, a un valor de $1.500 y dos por $2.000, leche que se saca ordeñando a la burra en el momento, frente a los clientes.
"Hace un año vivimos en Copiapó, antes residimos en Arica, Iquique, Mejillones, Calama y Tocopilla. En Antofagasta nos robaron una así que no seguimos ahí", recuerda Carmen sobre su vida al lado de diferentes burras.
Wilson Bruna, hijo de Carmen y pronto a iniciar 6to básico, acompaña a su madre durante las ventas de verano y consume leche de burra todos los días. Según Carmen, goza de excelente salud y no se enferma nunca, algo que hoy sí puede decir sobre la realidad de su hermano Dylan de siete años, quien tuvo una infección al nacer, debiendo hospitalizarse por quince días. Fue tomando leche de burra que, asegura Carmen, su hijo se recuperó.
"Empecé a trabajar con la leche de burra en Copiapó, me dijeron que mi hijo iba a morir, pedí el alta, mi marido vino, le limpió la teta a la burra, puso a mi hijo en la teta, empezó a mamar, se recuperó y nunca más se enfermó". Desde entonces, el nuevo miembro de la familia empezó a consumir leche de burra a diario, y lo siguieron realizando quienes ya lo hacían, y según Carmen, no se enferman.
Yuri Aguilera, vallenarina, acaba de dar a luz a un bebé de 32 semanas a quien le faltó madurar los pulmones. Transita por el centro de Copiapó cercana a las 13 horas, antes de ir al Hospital Regional a sacarse leche para su hijo, quien la recibirá mediante sondas. Con Carmen se conocían de Vallenar, se saludan y le compra una dosis de leche de burra para su propio consumo. "Tomo leche de burra y mucha agua, después de lo cual me baja más leche para darle a mi hijo, quien ya está mejor", señala aliviada Yuri.
Mitos y verdades
"Hay mucho de mito y dogma en torno a la leche de burra, como si tuviese algún tipo de propiedad sobrenatural, pero no creo que sea muy diferente a las propiedades de las leches de vaca, oveja, cabra o yegua, todos mamíferos", dice Juan Carlos Mellibovsky, jefe de dermatología del Hospital Regional, quien sostiene sus declaraciones desde la similitud que le suponen la crianza y el amamantamiento entre estos tipos de leches y la leche materna.
Al respecto, la nutricionista ovallina de la universidad Pedro de Valdivia sede La Serena, Belén Hawas, señala que "la leche de burra está siendo utilizada en niños con alergia a la leche de proteína de vaca, más conocida como APLV. Esta leche es análoga a la leche de la mujer, por tanto los fines de su uso hoy en día, son totalmente relevantes para casos de alérgicos alimentarios".
La profesional, quien dice que en Ovalle la ingesta de leche de burra es habitual, agrega que "si bien las propiedades (de la leche de burra) son parecidas a la leche de las nodrizas, la de burra es más rica en calcio y fósforo pero de menos concentración lipídica. Recordemos que los primeros meses de vida del bebé, los lípidos son fundamentales en su desarrollo tanto cognitivo como estructural".
Igualmente, la profesional repara en el hecho de que "los humanos son los únicos mamíferos que luego de los dos años siguen consumiendo lácteos, y que al mismo tiempo y con los años, disminuye la funcionalidad de una enzima llamada lactasa, generando en muchos casos el trastorno tan nombrado y conocido como es la intolerancia a la lactosa en su vida adulta".
Patrimonio popular
Mabel Tapia (37), encargada de patrimonio del municipio de Copiapó y directora de la Fundación Defensa Patrimonio del Barrio, señala que en su infancia en la capital regional, junto a sus hermanos, tomó leche de burra en los barrios La Chimba y Villa Arauco. No obstante, durante la crianza de sus hijos durante algunos años en Melipilla, Región Metropolitana, también pudo darles a ellos de esta bebida.
Respecto al consumo de leche de burra en Atacama, Mabel dice que "son tradiciones más ligadas a la historia pero sí que nos pertenecen como clase", señala Mabel, añadiendo que "es una tradición muy común y propia de la clase popular en la comuna de Copiapó, donde a los niños mayores de cinco años se les da un dedal para 'afirmar la guatita', ya que se supone que con su consumo algo le pasa a tu organismo que queda más resistente a enfermedades estomacales".
De su infancia, Mabel recuerda que pasaban caballeros gritando leche de burra y ahí salían a consumir. "No recomendaban más de un dedal porque se sabe que es fuerte. Ahora no he visto mayor itinerancia, sé que pueden encontrarse en el centro de Copiapó y en la feria", comenta.
Adela Cutipa (66), residente de Belén, en la precordillera de Arica, dice que antiguamente -hace unos cincuenta años- se veía con facilidad la venta de este tipo de leche en el centro urbano, tradición que dice ya no distinguir más. "Era algo típico, se veía a personajes de la ciudad, -que antes era muy chica-, pasar gritando por la venta de leche de burra, y muchas madres la usaban para diferentes objetivos, principalmente para quienes se encontraban débiles".
"Empecé a trabajar en esto cuando tuve a mi hijo grave por una infección; se salvó con leche de burra"
Carmen Descovich, Vendedora de leche de burra"
"Tomo leche de burra y mucha agua, después de lo cual me baja más leche"
Yuri Aguilera, Consumidora de leche de burra"