Entre el 6 y el 12 de septiembre de 1978 tuvo lugar en la ciudad de Alma Ata, por entonces la capital de la antigua República Socialista Soviética de Kazajistán, una gran conferencia internacional patrocinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), cuyo propósito fue unificar criterios para definir una estrategia global tendiente a garantizar el derecho de toda población o grupo humano a una atención primaria de salud de calidad y centrada en las personas.
Bajo el lema "Salud para todos en el año 2000", el encuentro reunió a representantes de 137 países -incluido Chile- y 67 instituciones que suscribieron una declaración cuyos postulados sentaron las bases de un modelo de asistencia sanitaria orientado a fomentar el bienestar físico, social y mental -y no solo la curación de las enfermedades- mediante tecnologías y métodos simples, científicamente fundamentados, socialmente aceptables, factibles de ser implementados a un costo razonable y, por tanto, al alcance de todos los individuos, las familias y las comunidades.
Impacto retardado
Por sus alcances, la Declaración de Alma Ata fue y sigue siendo un hito de gran relevancia histórica, ya que concibe a la salud como un derecho humano y establece la necesidad de un trabajo mancomunado y de largo plazo para el cumplimiento de la meta en ella planteada.
"Sin embargo, debe reconocerse que el impacto de ésta en nuestro país fue casi inexistente hasta 1990, debido a que sus valiosas propuestas vinculadas al fortalecimiento de la atención primaria en sus condiciones de universalidad, cobertura, intersectorialidad y participación eran contrarias a la concepción que de éstas tenía la Dictadura, que apostó por la privatización de los servicios, la municipalización del nivel primario y la centralización experta en la toma de decisiones en salud familiar y comunitaria" afirma Patricia Castañeda, directora del Magíster en Intervención Social de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Valparaíso.
Lo anterior cambió con el retorno a la democracia, ya que las nuevas autoridades nacionales asumieron -en forma abierta- las orientaciones emanadas desde la Conferencia y posicionaron a la APS en el centro de la Reforma Sanitaria, fortaleciendo su infraestructura, programas y equipos.
"Si bien los énfasis en su desarrollo e inversión han variado en los gobiernos sucesivos, en ningún caso es posible reconocer una postergación o abandono similar a la que tuvo en los años ochenta", precisa Patricia Castañeda.
Medicina Social
Otro aspecto destacable de Alma Ata fue que acogió las demandas que venía sosteniendo desde varios años antes la denominada medicina social, corriente surgida en el siglo XIX del análisis de la influencia de las condiciones económicas y sociales que afectan al continuo salud-enfermedad-atención.
"Los determinantes sociales de la salud, la participación y la intersectorialidad son conceptos emanados de la medicina social que fueron incluidos en el documento suscrito en 1978, ya que apuntan al objetivo compartido de alcanzar la manifestación de la justicia social de la población en el ámbito de la salud", precisa a su vez Katherine Cuevas, académica y directora del Programa de Magíster en Salud Pública de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
Principios
En efecto, los pilares de la Declaración de Alma Ata son los principios de la universalidad, la participación y la intersectorialidad, los cuales tienen directa relación con las áreas de desempeño en las que los equipos de salud realizan hoy su quehacer.
El primero de ellos apunta a reducir inequidades y aumentar la capacidad resolutiva de la atención primaria en poblaciones y territorios focalizados. Se traduce en diversas estrategias que responden a las necesidades de los usuarios, buscando generar prestaciones de salud resolutivas, disminuyendo brechas y mejorando la calidad de la atención sanitaria.
El segundo, en tanto, es considerado un componente central e irrenunciable del afán de garantizar la salud para todos, valorando los aportes individuales y colectivos en la planificación e implementación de la atención.
"La participación es fundamental en los sistemas de salud, ya que facilita y promueve el autocuidado y la autogestión asociados transversalmente a las acciones de promoción, prevención, curación, rehabilitación y cuidados paliativos. Los esfuerzos de los equipos han estado puestos en procurar que la población se haga protagonista del proceso salud-enfermedad, permitiendo tanto el empoderamiento ciudadano como el ejercicio de sus derechos", sentencia Katherine Cuevas.
El tercer principio, el de la intersectorialidad, reconoce la oportunidad de la movilización integrada de recursos para la coordinación de acciones de diversos sectores de la sociedad, contribuyendo de manera directa a la mejora de la salud de la población, especialmente en las acciones de promoción, prevención y educación en salud.
Seminario de Medicina Social
En el contexto de la conmemoración de los 40 años de la Declaración de Alma Ata, las direcciones académicas de los programas de magíster en Intervención Social de la Escuela de Trabajo Social y en Salud Pública de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso organizaron el 7° Seminario de Medicina Social "Experiencias de intervención interdisciplinaria en APS". El encuentro, que reunió a más de un centenar de especialistas, profesionales del ámbito de la salud y estudiantes, contó con la especial participación del doctor Hugo Rivera, asesor en Sistemas de Servicios de Salud de la Organización Panamericana de la Salud, quien fue el encargado de dar inicio a la serie de conferencias, mesas de discusión y talleres que consideró la actividad.
Patricia Castañeda,
directora del Magíster en
Intervención Social de la
Escuela de Trabajo Social de la UV.
Katherine Cuevas,
directora del Magíster en
Salud Pública de la Escuela de Medicina de la UV.