Dejemos de juzgar ya que al mundo le hace daño
La persona que "PELA", va llenando el corazón de elementos inservibles, lo cubre con una capa amarga de envidia.
Aquella tarde cuando Francisca llegó al trabajo tuvo la mayor desilusión de su vida. Un grupo de colegas hablaba a puerta cerrada en otra oficina de ella y todos los comentarios eran muy desafortunados. En algún instante intentó enfrentarlos de inmediato, sin embargo salió del lugar abatida y desolada. Sentía que personas importantes e incluso algunas muy queridas la habían traicionado de injusta manera.
Queridos amigos lectores, mujeres y hombres disfrutamos con muchísimas actividades, pero desgraciadamente en reiteradas ocasiones nos enredamos como telarañas en el goce de hablar sin pudor mal de otros. Conscientes o no vamos convenciéndonos de que los demás son los que cometen errores y por ningún motivo nosotros. Es de esta manera como descargamos nuestras propias pequeñeces, frustraciones y desencuentros en desmedro de aquellos que nos acompañan en el trayecto. Personalmente creo que debiésemos desarrollar nuevos talentos, ampliar cada una de las fortalezas que poseemos, despertar todas nuestras capacidades y bien utilizar el tiempo que tenemos para ser mejores sin necesidad de desprestigiar al resto.
El hablar mal de otros va creando hábitos difíciles de erradicar. Cuando comentamos por ejemplo, que tras un acto generoso de un compañero de trabajo hay mezquinos intereses, tendríamos que preguntarnos: ¿por qué nos desagrada la bondad, los gestos sensibles, las palabras cordiales, los abrazos sinceros, la gente constructiva y aquellos seres conciliadores capaces de defender al que está siendo tratado de forme injusta?...
Es probable que al revisarnos comprendamos que somos incapaces de creer en la entrega simple y desinteresada del que tenemos cerca a causa de que en un período de aprendizaje nos inculcaron que nada se da si no hay un interés real por conseguir beneficios a cambio.
La persona que "PELA", va llenando el corazón de elementos inservibles, lo cubre con una capa amarga de envidia y es incapaz de reconocer sus propias faltas ya que adhiere a su comportamiento un lente de distorsión del que no logra desprenderse.
Pelar es ubicarse en el palco de los dioses muy por encima del caos y la imperfección humana. Les propongo comunicar nuestras opiniones desde códigos éticos para mejorar toda insana convivencia que tanto daña.
Mily Soler Grez Comunicadora Social