Mientras en Santiago durante las últimas semanas surgió la polémica por la jubilación de unos cinco millones de pesos que recibe Ema Olate Berríos, esposa del diputado PS Osvaldo Andrade, en Copiapó muchos adultos mayores ven la noticia y la comparan con su realidad; sobrevivir con pensiones que parten desde 90 mil pesos o que bordean los $257.500, valor que la ley indica para el ingreso mínimo mensual.
Uno de ellos es Alberto Vallejos, quien a sus 86 años vive solo acompañado de más de media decena de perros callejeros, los que han ido a botar hasta su casa ubicada en la población Valle los Ríos en Copiapó. El adulto mayor compensa sus ingresos con las ventas que realiza en la Feria de las Pulgas.
Con una pensión que no alcanza a los 200 mil pesos, debe cumplir con una rigurosa rutina los días miércoles, cuando saca de su casa más de algún añejo artículo con la intención de venderlo y así incrementar sus ingresos.
Recuerdos de antaño
Pese a la soledad que lo envuelve el resto de la semana Alberto tiene la claridad suficiente para recordar los trabajos que realizó en más de medio siglo dedicado a la labor productiva.
"Para empezar trabajé de minero, por 20 años, en Potrerillos, luego trabajé en el puerto como enganchador, luego me fui hasta Arica y trabajé en refrigeración porque hice un curso por correspondencia desde los Estados Unidos de la International School, curso de electricidad, refrigeración y aire acondicionado, y trabaje por años en eso, ahora llevó 21 años jubilado".
Trabajo
Vallejos no logra disimular la nostalgia al recordar el pasado. "La vida sedentaria del jubilado es terriblemente aburridora porque aunque usted sepa trabajar ya no lo admiten, porque las leyes chilenas están demasiado atrasadas porque hoy en Chile, después de los 40 años, es muy difícil conseguir un trabajo y a la persona jubilada le es aún mucho más difícil y tiene que quedarse en el sedentarismo, sentado en una silla esperando la carroza fúnebre prácticamente", señala con risa irónica.
Vallejos recuerda con tristeza la pérdida de su hija, quien luego de egresar de una carrera universitaria como contador auditor falleció producto de un derrame cerebral dejándolo aún más solo.
Al correr de los años el adulto mayor se adaptó no solo a su soledad, sino también a los costos de envejecer. "Tengo una jubilación, sin exagerar, de 136 mil pesos, y con eso tengo que subsistir, pagar luz, agua, gas, en total ahí se van más de 80 mil pesos".
Vallejos saca sus cálculos; generalmente paga más de 20 mil pesos en agua, su consumo de energía eléctrica bordea los 25 mil pesos y a eso suma su alimentación y la de sus perros, los traslados al centro para realizar compras e ir a buscar el dinero a las instituciones pagadoras. El anciano suma y dice que el total sobrepasaría el valor de la jubilación.
"Gracias a Dios tengo una casa que es mía pero se imagina si no lo fuera y tuviera que pagar arriendo. Hay otras personas que solo tienen pensión asistencial que es incluso menor a la mía y que deben pagar arriendo", dice.
"Uno lamentablemente a esta edad tiene que rebuscárselas, por eso que me pongo a vender algunas cosas para poder aumentar un poco lo que gano como jubilado", señala que se vio en la necesidad de aumentar su dinero por los animales de los que se hizo cargo. "La gente es indolente, hace caso omiso al momento de atenderlos, de alimentarlos, porque las personas adoptan animalitos cuando son pequeños todo es regaloneo y buen trato y son lindos y encantadores, pero cuando crecen y llegan a la vida adulta les molestan, así como cuando los humanos llegamos a viejos también molestamos y sobramos para muchos", comenta, mientras vuelve a sentarse en la silla instalada en la calle donde acompañado de sus fieles perros y sobre un saco intenta vender algunos antiguos y destruidos objetos .
Las imposiciones
Otro de los adultos mayores copiapinos que pasa por una situación similar es Juan Robles de 75 años. De profesión pirquinero llegó a la región desde Andacollo en 1969, desde entonces trabajó en distintos pirquenes y hoy vive solo en un sector de la hacienda María Isabel, cerca de Tierra Amarilla.
"Mi pensión es muy baja porque me quedaron debiendo imposiciones y la pensión del Estado me sale poquito menos de 100 mil pesos no más, con eso debo comer, vestirme y además debo pagar el 7 % de salud en Fonasa y en invierno se pone fea la cosa uno se resfría más y más gasta", explicó Robles.
Si la única entrada económica de este anciano es de 100 mil pesos menos el 7% (7 mil pesos) por salud Fonasa, su pensión en valor líquido sería de 93 mil pesos. Es con este dinero mensual que Robles debe ingeniárselas para pasar el mes costeando los ítems de alimentación, pago energía eléctrica, gas, agua y vestuario. "A veces se hace difícil porque la plata nunca sobra siempre escasea y más en invierno hay que estar viajando, los pasajes suben y la pensión es la misma nomás", señalo Robles.
Pensión asistencial
Valentín Oyanedel es uno de los adultos mayores es conocidos en Copiapó porque durante años vendió charqui en el centro de la ciudad. Hoy está ciego, pasó de vender en la calle a pedir limosna. "Yo saco de pensión asistencial 90 mil pesos, allá donde vivo tengo que pagar 100 mil pesos, y la diferencia debo hacerla juntando lo que me da la gente. Lo bueno es que donde vivo la gente me trata muy bien y por lo menos comida nunca me falta".
Alto costo en remedios
La realidad de estos adultos mayores también es visible en la localidad de Paipote. Acá es Luis González quien vive con su hija y está a un mes de cumplir los 90 años. Trabajó por más de 30 años en el mineral de Chuquicamata y tiene una pensión mayor, sin embargo gran parte de ese dinero se va en medicamentos.
Cuenta que en 1976 le aplicaron la Ley de Seguridad Interior del Estado: "yo era dirigente sindical de los obreros en esa oportunidad caímos 17 dirigentes de las distintas divisiones", a raíz de eso bajaron sus ingresos y se registró lagunas en las imposiciones. Con trabajos esporádicos completó el sueldo mensual con el que defendió su casa.
Hoy, a los 89 años, González sufre de una serie de enfermedades derivadas de la edad, las que muchas veces le impiden levantarse, y otras le provocan caídas por la descalcificación de sus huesos. Durante el aluvión del 25/M perdió todo lo que había logrado construir en su casa de Paipote, hoy han logrado recuperar un par de piezas y la casa de emergencia entregada por el Gobierno les sirve de comedor y cocina, mientras están a la espera de los arreglos de su vivienda.
"Tengo una pensión de 290 mil pesos, quizás parezca una buena cantidad pero los remedios que debo usar son sumamente caros, uno de ellos cuesta 30 mil pesos. Por el policlínico los remedios no soy muy buenos, entonces debo atenderme como particular. Vivo con mi hija, soy de profesión mueblista y ahora me dedico a la artesanía en madera para lograr juntar algo de dinero y poder subsistir".