Las idas y venidas del incansable Nano Stern
- ¿Qué surge luego de darse mil 500 vueltas?
- Un disco que abarca cosas muy distintas. Aún no tomo la distancia necesaria para comprenderlo como un todo terminado, pero tengo la sensación fuerte y un poco sobrecogedora de que es un paso enorme en relación a mis discos anteriores: fue un acto de amor hermoso y agotador. Han sido cuatro años intensos de búsquedas, giras por el mundo y colaboraciones con músicos que admiro. Hubo encuentros y desencuentros, amores y desamores, euforias y angustias, ruidos y silencios. Las únicas rutas que me interesa explorar de manera explícita son las de la honestidad y la profundidad. Creo que hay una mezcla de respeto e intransigencia que es la fuerza motriz de mi proceso de creación. Musicalmente hay una relación estrecha con la raíz latinoamericana, pero llevando esos sonidos a lugares nuevos y poco explorados.
- Fuiste el productor del disco, ¿qué aprendiste desde esa vereda?
- Cuando comencé a trabajar en este disco, se planteó la posibilidad de trabajar con algunos productores magníficos. Pero la verdad es que yo tenía el concepto muy claro y la confianza necesaria en mi capacidad de producción como para llevar esas ideas a buen puerto. Desde el disco anterior he sido convocado por varios colegas para producir sus discos. Entonces, ¿por qué no hacerlo con mi propia música? Por supuesto que asumir este rol fue un desafío muy grande, considerando el momento en el que me encuentro y las grandes expectativas que percibo a mí alrededor respecto a éste disco. Pero ahora que ya está, me queda clarísimo que éste era efectivamente el camino indicado. Justamente, desde el rol de productor, tuve que gestionar no sólo a los invitados célebres, sino a todos los muchos músicos que participaron de las grabaciones. Fue un aprendizaje grande y lleno de momentos gratificantes y nuevas amistades.
- ¿Cómo fue que conseguiste la colaboración de Joan Baez?
- Ella descubrió mi música a través de sus redes y se hizo fan. Me da risa decirlo y casi suena inverosímil, pero así fue. Un día simplemente me escribió un correo. Apenas le planteé la posibilidad de participar del disco no tardó ni un día en responderme. La idea de viajar a California a grabar junto a ella me la sugirió Jorge Drexler. Fue un viaje de locos: 18 horas de ida, 20 horas allí y 18 horas de vuelta. Cuando llegué a EE.UU., casi no me dejan entrar. Me retuvieron en la oficina de inmigración y la vi bastante verde. No me creían, me veían músico, chascón, barbudo, chileno y con un pasaje de vuelta en menos de 24 horas. Con Joan fueron 20 horas de buena onda, amor, música y aprendizaje, además de un par de botellas de vino y un poquito de vodka. Cantó en "Las Venas", una tonada en décimas que habla acerca de la perdida de lo sagrado en cuanto a nuestra relación con las aguas.