+Universo: Ciencia & Ficción
Por Maria Teresa Ruiz y Margarita Schultz
Editorial Confín
216 págs, $ 16.000
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clases. La información fue entregada por la Seremi de Educación.
Desde la Seremi de Educación se informó que el Colegio Almenar de Copiapó aún no cuenta con autorización para reabrir sus puertas a su comunidad y reanudar sus actividades. A través de un comunicado desde la secretaría ministerial se indicó que la decisión se mantendrá "hasta que se verifique en terreno que cumple con las exigencias estipuladas por la Autoridad Sanitaria y Mineduc, en el Plan Retorno a Clases post aluviones".
Ante la información ministerial la dirección de Almenar envió a los medios de comunicación dos copias de documentos. El primero dirigido a la seremi de Educación donde se explica que ya cuentan con la autorización sanitaria, accesos expeditos, un catastro de profesores, el personal paradocente asistente y que algunos estudiantes se trasladaron, texto que tiene solo la firma de la directora y el timbre de la dirección del colegio. El segundo documento da cuenta de la resolución sanitaria aceptada por la Seremi de Salud.
El correo electrónico enviado por el establecimiento y firmado por la directora del Colegio Almenar, Cristina Sotomayor, se señala que "estos documentos, junto a todos los otros requeridos por el Ministerio de Educación, fueron entregados en la dependencias de dicha institución durante la mañana del viernes. Es importante destacar a su vez, que estos documentos fueron dirigidos a la Seremi de Educación para su ratificación. Dado lo anterior, y teniendo en cuenta que el Colegio cuenta con todos los permisos para funcionar, resulta muy preocupante que las autoridades desconozcan el funcionamiento tanto de otros ministerios como del suyo".
Desde la seremi de Educación se aclaró que el procedimiento es que la cartera de educación confirme la resolución de la Autoridad Sanitaria en terreno, que dicho establecimiento ingrese un acta al ministerio el que verificará si cumple con los requisitos expuestos. Luego de ingresar la solicitud el ministerio fiscaliza y entrega un decreto con el que pueden abrir. "Sin ese oficio no se puede abrir el establecimiento".
El viernes, en su página web, el Colegio Almenar publicó que ese día "se realizó la visita de inspección de la Seremi de Salud a nuestro colegio quién otorgó la autorización para el funcionamiento de éste. Los antecedentes fueron enviados al Ministerio de Educación para su conocimiento y posterior ratificación. Este lunes 11 de mayo el colegio estará abierto a los estudiantes como una forma de iniciar el reencuentro con sus profesores y compañeros en un horario de 9 a 13 horas, con ropa de calle, pues no es una actividad oficial. El martes 12 pensamos en reiniciar las clases, esperando que el Ministerio de Educación agilice la tramitación de dicha autorización, ya que ahora es de su responsabilidad el que nuestros niños y niñas puedan comenzar su trabajo escolar".
Al bajar el Río Salado el 25 de marzo no solo partió a la comuna por la mitad al dividir el centro de la ciudad de la Población Aeropuerto, también generó un quiebre en los habitantes de Chañaral. Un antes y un después de los hombres y sobre todo en algunas mujeres que en solo minutos se quedaron sin nada. Se mantienen en pie al buscar nuevas alternativas de ingresos entre los escombros, y se levantan a diario para repetir la búsqueda y encontrar a quien se perdió cuando bajó el cauce del río.
Aida Núñez se duerme pasadas las 3 de la mañana y a las seis de la madrugada se prepara para ir desde su casa hasta la costa, en el perímetro que hoy es la desembocadura de El Salado. En el camino, todos los días, los vecinos la ven buscar a su esposo Carlos Ortiz. Toma la ruta que siguió la camioneta de la empresa Tamarugal en la que viajaba ese día y que arrastró una ola de barro. Carlos Ortiz, padre de dos hijos, es la prioridad de búsqueda y a quien algunos han denominado como el último desaparecido oficial de Chañaral.
"Mi rutina es caminar, caminar y caminar, me relaja, estoy en contacto con el barro y digo que a lo mejor hay algo y lo encuentro. Mi lolo de 16 años está en la casa, no me gusta sacarlo para acá porque llega mal, y mi chica que está en Arica, estudia cuarto año de kinesiología, ella vino, quería quedarse y dejar todo de lado, le dije que no ´prioridad son sus estudios hija, por eso luchamos tanto con el papá´ , tiene que seguir estudiando con mayor razón ahora tiene que sacar adelante, después me va a servir de apoyo", dice Aida Nuñez cuando viene de regreso a su casa, después de otra mañana de esperanza.
Mientras solo caía la lluvia se cortó la comunicación en Chañaral. Carlos Núñez se fue a la empresa Tamarugal y su esposa Aida, acompañada de su hijo de 16, intentó llegar hasta su trabajo, fue imposible. Por una vecina se enteró que el Tamarugal había desaparecido. "Habían dos compañeros arriba del techo de una revisión técnica que había al lado, no los podían rescatar. Yo preguntaba por Carlos pero nadie me daba explicaciones, me decían que no se sabía. Ahí ya me descontrolé, mi hijo igual. Íbamos y volvíamos cada media hora porque no lo podíamos creer".
Aida tuvo que esperar tres días para poder pasar al otro lado y cerciorares que su marido no estaba en el hospital. Dice que sus hijos la impulsan a levantarse y seguir adelante.
"Mi foco ahora es encontrarlo para terminar con este ciclo y quedar tranquila, tener un lugar para ir a conversar con él porque en este momento camino y camino y no encuentro donde poder llorarlo, llevarle una flor, conversar con él. Mi prioridad es encontrarlo porque no me falta un pedacito, me falta todo".
Gloria Esquivel lleva traje blanco de protección y mascarilla para cuidarse del polvo. Se turna con su hija para sacar el lodo y lo que aparezca de una residencial. Hizo un trato con la dueña, ella saca el barro y puede llevarse desde el interior lo que se pueda salvar.
En el trabajo la acompaña su familia con palas para rescatar lo que se pueda, pero no quiere molestarlos más, prefiere mantenerse albergada en el Liceo Federico Varela, dice que no quiere ser una carga para su hija y piensa que tendrá que aceptar la casa de emergencia que el Gobierno le destinará en un sector alto.
Esquivel lo perdió todo. Le quedaron solo las baldosas de la cocina y el baño. No llora mientras trabaja, no llora antes de dormir, lo hace cuando llega a la planicie en la que estaba su vivienda.
"Ahí estaba el antejardín, y esa es toda mi casa. Esta era la cocina americana que tenía, esa era el piso flotante. Yo busco aunque sea un zapato de mi nieta, aunque sea una foto, nada más, porque le había adornado la casa a mi guagua que venía en camino", cuenta mientras recuerda que el día del alud su nuera estaba en el hospital de Copiapó en trabajo de parto. Mientras ella, tras escuchar la alerta, partió a avisarles a los vecinos, a los que más pudo. Después de eso saltó a un camión de bomberos y escapó con su hijo y su nieta.
"Cuando supe pesqué a mi niña y el barro venía alto, a toda velocidad. Los bomberos me dijeron señora suba. Quedé pasmada pero me tiraron la niña arriba, pescaron a mi hijo y a mí me sacaron. La gente gritaba pero era de locos y los bomberos lloraban y lloraban. La gente se tomaba de las correas de las mangueras, de cualquier lado del carro tratando de salvarse, subían donde veían un poco vacío. El carro se fue contra el tránsito para arriba y ahí nos salvaron. Yo todavía no puedo identificar a los dos niños que ayudaron, los voy a tratar de ubicar porque nos ayudaron a todos".
En compañía de su hija Carmen Abarca camina por entre los escombros de las casas abandonadas y aquellas que siguen limpiando. Pide a los propietarios los cables que quedaron por ahí, los junta para venderlos una vez que tenga suficientes. Es el trabajo que encontró luego de perder el suyo. Limpiaba vidrios en la Copec camino a Pan de Azúcar, entre otras funciones se aseo. Ahora que esas faenas son menos necesarias busca alternativas para ganarse la vida.
"Cumpliría un año trabajando en la Copec, siempre he trabajado con la municipalidad o barriendo calles. Después renuncié porque tengo dos hijos con discapacidad y tenía que llevarlos al hospital. Ese día fue terrible porque me pilló en la casa con mis hijos y mi marido, pero todos asustados. Cuando decían que había que evacuar no daba más", cuenta Abarca.
Llegó desde Valparaíso a Chañaral hace seis años, después del terremoto de 2010. Vive en el sector de las tomas del Aeropuerto y dice que solo pasó el susto. Su marido, pescador, también perdió su fuente laboral producto de la contaminación en Chañaral.
El mar, ahora lleno de durmientes recuperó su espacio. Las casas se perdieron entre el barro y los escombros que recuerdan la tragedia. Carmen Abarca retoma su camino en compañía de su hija que amontona el cableado en un saco sobre una carretilla. Están precisamente entre las casas frente a la Copec, estructuras que apenas aguantaron el paso del Río Salado. Carmen dice que volverá por la noche a su casa para estar con su familia y ver con su marido que harán al día siguiente. "Hay que afirmarse", dice la mujer, cuando toma la carretilla y la empuja entre las piedras.