Celestino Aós Braco, el nuevo obispo de Copiapó, llegaría a la región cerca del 8 de octubre, días antes de la ceremonia de ordenación.
Su nombramiento se supo en Atacama el 25 de julio y desde ahí la comunidad católica ha estado pendiente de su llegada.
Desde España y vía correo electrónico, el nuevo obispo respondió a las preguntas de El Diario de Atacama, relacionadas al obispado de Copiapó y a la contingencia local.
Aós pertenece a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y si bien ya fue vicario parroquial en la Parroquia de Longaví de la diócesis de Linares y párroco de la Parroquia San Miguel en Viña del Mar, es la primera vez que se acerca a Atacama. La región que lo recibirá el 18 de octubre cuando sea ordenado obispo en la Catedral de Copiapó.
No hubo sueños premonitorios ni ángeles. Fue una enorme sorpresa: simplemente una comunicación verbal donde se me informó de que Dios, a través del Papa y de las personas correspondientes, me solicitaba ese servicio a la Iglesia, y concretamente a la Iglesia de la Diócesis de Copiapó. No fue una imposición sino una invitación, como Dios suele hacernos en la vida y yo tuve que dar, con entera libertad, mi respuesta. Es evidente que si estoy aquí es porque acepté esa invitación, porque di mi "sí", y espero en este servicio contar con la colaboración de muchas personas de buena voluntad, y, sobre todo, con la oración de muchos católicos.
Debo conocer la Diócesis y para eso escuchar y ver. La Iglesia ya está en Copiapó antes de que yo llegue y cuando yo termine la Iglesia seguirá estando en Copiapó. Desde esta certeza buscaremos el respeto, la Verdad, la colaboración, el amor a Jesucristo y el amor a los demás.
La educación es tarea imprescindible y hermosa. He pasado por muchas aulas como alumno y como docente. No siempre las situaciones son cómodas, pero un educador sabe que va al fracaso como francotirador; la educación es siempre tarea compartida, colaborada: cada uno aporta su visión y sus competencias, sus anhelos y dificultades. Y todo para tratar de ayudar a los padres, primeros e insustituibles educadores, en el proceso de formar a esa muchacha o a ese joven. Nadie puede restar su aporte, nadie puede guiarse sólo por lo que a mi me gusta o beneficia; se trata de lo que beneficia al centro y a la comunidad educativa, aunque exija sacrificios. Yo no conozco la situación del Liceo Católico de Atacama; los animo en su tarea, y, en cuanto esté de mi parte sumaré mi colaboración para que realicen su tarea del mejor modo y con la mejor calidad posible, porque Chile necesita mujeres y varones bien formados y educados; y los católicos tenemos que ser ciudadanos modelos.
Sí, llego a Atacama con instrucciones claras, precisas, orientadoras: el día de mi consagración como obispo me pondrán sobre la cabeza esas instrucciones: el Evangelio. Es el programa de todo bautizado, obispo o laico, joven o adulto, mujer o varón. En la audiencia del 18 de septiembre el Papa Francisco nos dio a los obispos recién nombrados algunos lineamientos: estaban obispos de Italia, Brasil, Escocia, Siria, Argentina, Irak etc. ¡y los tres chilenos!. Es un discurso y unas instrucciones públicas y que ustedes pueden leer en Internet. No tengo otras instrucciones especiales. ¡Qué hermoso sería un Copiapó, una Atacama viviendo el evangelio, construyendo la civilización del amor y de la vida!
No estoy al tanto de los hechos. Toda persona es sagrada y respetable desde el primer momento de su concepción hasta su último suspiro. Tenemos que trabajar para que el vientre de una mujer, el espacio de una familia o de un colegio o de una parroquia sean lugares protectores y seguros para nuestros niños. Debemos cuidar y desarrollar la vida; todo lo que atenta contra la vida, todo lo que vulnera y degrada a la persona es malo, y produce sufrimiento.
Sabía la belleza sorprendente y austera y el embrujo del desierto de Atacama; sabía la maravilla del rescate de los mineros desde las entrañas de la tierra; sabía de gentes trabajadoras, ilusionadas, solidarias, católicos fervorosos, y amantes de la Virgen María… Espero conocer y disfrutar la belleza especial de esos lugares; sobre todo, espero conocer a las personas y crear y disfrutar de la amistad; espero recibir ayuda y espero poder ofrecer mi servicio y mi ayuda a quienes lo necesiten. No hay tarea más hermosa que vivir el evangelio, no hay camino más cierto y seguro para que ser feliz que esforzarse por ser una buena persona.
Me gustaría, lo repito, conocer y querer a la gente y ofrecerle mis servicios según las capacidades y cualidades que Dios me da. Que cada uno encuentre la verdad y pueda desarrollar bien su vida y personalidad, siendo justo y bueno con los demás. La civilización de la vida, de la alegría y de la solidaridad la construimos entre todos. Dios nos quiere y nos bendice a todos si buscamos cumplir su santa voluntad.