Están presentes a lo largo de todo el territorio nacional y desde el mar a la montaña, trabajando en lugares solitarios, los guardapaques son verdaderos "guardianes de la naturaleza" que desarrollan un trabajo en condiciones difíciles que requiere mucha vocación y mucho amor por la naturaleza.
A nivel nacional ayer cumplieron 100 años, recordando cuando Manuel Alvarado, en el año 1914, se transformó en el primer administrador de la Reserva Forestal Malleco. En Atacama llegaron en el año 1986, con la creación del Parque Nacional Pan de Azúcar, por aquel entonces las personas contratadas para esta labor eran generalmente colonos y lugareños, ya que conocían las zonas a ser resguardadas.
Ayer se realizó en Caldera la ceremonia de celebración y en la oportunidad Conaf entregó reconocimientos a los guardaparques de los parques nacionales "Llanos de Challe", Pan de Azúcar" y "Nevado Tres Cruces" y de la Reserva Nacional "Chañaral de Aceituno".
PAN DE AZÚCAR
En Conaf, hoy existe un total de 428 "guardianes de la naturaleza", quienes en forma silente y abnegada protegen estos ecosistemas siguiendo las enseñanzas de Federico Albert, científico alemán quien introdujo en el país el concepto de la conservación de los recursos naturales.
Las áreas protegidas de Atacama que cuentan con cerca de 20 guardaparques cubren más de 150 mil hectáreas, o sea, cada uno protege los recursos de flora, fauna y recursos históricos y culturales de algo así como 7.500 hectáreas.
HISTORIAS
Páez se jubiló en 2011, a sus 68 años se radicó en Chañaral. Es conocido por su picardía la que incluso casi lo mete en problemas, historias que quienes lo conocen recuerdan con cariño y que ayer recibió un reconocimiento por parte de Conaf.
Roberto Ortuya
Ortuya conoció el Pan de Azúcar hace 30 años, cuando era capataz de las obras de construcción del camino del Cerro Soldado, uno de los accesos al Pan de Azúcar. Cuando Juan Pinares era administrador del Pan de Azúcar fue reclutado como guardaparques, donde hoy cumple 24 años
Pero en 1999 vino la desgracia. Mientras realizaba un recorrido de rutina un vehículo lo botó de su moto. Una camioneta que venía atrás no lo pudo esquivar y le arrancó una de las piernas con el tapabarros. "Ellos se devolvieron y mientras iban a buscar ayuda los otros ocupantes se quedaron conmigo, pero tuve que calmarlos porque estaban en pánico, incluso le dije que subieran al cerro y le enseñé a hablar por radio", cuenta Roberto.
Mientras los demás se encontraban en shock él tuvo que dirigir su propio salvamento para que lo trasladaran finalmente hasta el Hospital Regional. De ahí una serie de tratamientos e incluso su pierna se infectó, como él lo cuenta: "tuve que calmar a mis compañeros cuando llegaron, yo tenía mucho dolor y la carne estaba destrozada, a mí me subieron arriba de una camioneta y salimos".
Durante años fue destinado a trabajar a labores de oficina primero y después al Parque Nacional Llanos de Challe, hasta mediados de este mes cuando retornó al Pan de Azúcar, lugar que fue el escenario de su desgracia pero que aun así no cambiaría por nada del mundo.