Las Mané y las Javieras del mundo debiesen ser pronto una sola en este paraíso que se nos ha regalado.
La envidia saca su estilete minuto a minuto para atacar por la espalda ¿Hay triunfador? Muy pronto las avispas caerán sobre él. Los encantadores, o los que brillan, los que se hacen querer, que se preparen para ser acribillados a picotazos (Ignacio Larrañaga).
La envidia de la pequeña Javiera complicaba la vida, el entorno, el alma de su amiga Mané. Ellas todos los días compartían el trayecto hacia el colegio, juntas reían, saltaban, cantaban y además se dedicaban a arrancar margaritas para jugar al tan conocido y antiguo: me quiere mucho, poquito, nada, me quiere mucho... Ahí se producía el conflicto ya que Mané atraía como imán a adolescentes de su edad, tenía la capacidad de sonreír y transmitir alegría, de vivir a través de su mirada. Sus ojos almendrados, transparentes embelesaban a tantos que pudiendo fijarse en niñas físicamente mas bellas, optaban por aquella armonía inédita que la mostraba totalmente diferente al resto, en especial a Javiera, quien con tan solo 15 años lucia una estructura anatómica espectacular, pero curiosamente no conversaba ni compartía con el resto, ella no lograba enganchar de manera positiva. Esto generó en su interior mucha rabia, celos, ira, dañándose profundamente. Debe ser triste a tan corta edad alimentar en el corazón ardores que matan lo esencial como es la felicidad.
Lo que sin duda es maravilloso en la vida de un niño, adolescente, adulto o anciano, es lograr vivir luminosamente irradiando esta luz, logrando que el mundo sea un lugar en el que se anhele permanecer con alegría.
¿Cuántas Mané hay en el mundo? ¿Pocas? ¿Muchas? No lo sabemos, por lo mismo es trascendente ayudar en especial a las Javieras del planeta para que consigan sacar lo mejor de si, enterrando aquellas malezas que las han ido envejeciendo y afeando. Ellas deben tener la oportunidad de sentirse amadas, valoradas y aceptadas tal cual son, dejando de utilizar malos pensamientos para satisfacer sus propias carencias.
Las Mané y las Javieras del mundo debiesen ser pronto una sola en este paraíso que se nos ha regalado.
"Me acepto como soy, con mis cualidades y defectos, consciente de que puedo limpiar con esmero el jardín que representa mi mente. Soy capaz de quitar las hierbas y los abrojos que no permiten que las bellas flores luzcan y adornen mi vida. Soy un jardinero paciente".