Indudablemente, ante el extendido deterioro ambiental la humanidad tiene que reaccionar.
Nosotros, los humanos, no cabe duda de que vivimos un momento de gran desconcierto. El caos alcanza al propio ser humano dentro de su contexto natural. La arbitrariedad nos ha equivocado el propio estilo de vida, hasta consentir los crímenes contra la naturaleza de la que somos parte. Quizás hemos puesto palabras donde faltaban ideas, y pensamientos donde restaba conciencia. Convendría, pues, hacer un alto en el camino y recapacitar. Ni todo es blanco ni todo es negro. Hay matices en la acepción que conviene reflexionar. Así, podemos ver las grandes ventajas del mundo moderno, pero también debemos de reconocer las amenazas de una destrucción de la naturaleza por la fuerza de nuestro capricho o actividad. Lo cierto es que hemos perdido el sentido natural de las cosas, la orientación y el significado original que hace referencia a la forma innata en la que crecen espontáneamente plantas y animales. La avaricia, que es esencialmente antinatural, con su legión de mezquinos, ha hecho de este universo material un negocio de mercado, engendrando todo tipo de alteraciones, sin importarle para nada la geología del entorno, los seres vivos, la propia vida del cosmos. Obviamente, la intervención humana ha sido desastrosa, porque ha devaluado su propio hábitat, la flora y la fauna silvestre, rompiendo el equilibro originario y, por ende, sus propias condiciones existenciales.
Los científicos, y gentes de pensamiento, deben ayudarnos a comprender nuestra relación con la medio ambiente, nuestra capacidad de dominio, las responsabilidades y consecuencias. También los líderes deben impulsar otro tipo de actitudes más ordenadas y respetuosas con el realidad autóctona. Más que gozar con el derroche o con el consumo excesivo y desordenado de los recursos del planeta, debemos avivar otros deseos más humanos con la naturaleza. No se trata de tener, sino de compartir; tampoco es cuestión de aparentar, sino de crecer interiormente. En la raíz de este desquiciado cataclismo del ambiente natural hay un abuso permanente de poder, una altanería sin precedentes en el sentido de crear un mundo sin ética y una arrogancia transformadora a gusto de los poderosos. Por eso, la ciudadanía (coincidiendo con el día mundial de la naturaleza: el día tres de marzo), haría bien en alzar su voz para expresar su profunda preocupación por este tipo de abusos y corrupciones, que son verdaderos delitos ambientales.