Cartas al Director
Tala de pimientos I
Ninguna sed de progreso vale lo que le hicieron a esos ancestrales árboles, en una noche los extirparon, de una tierra, ya falta de verde, para reemplazarlos por una vena de cemento en dirección a ese monstruo violento, que se ubicara al lado de una de las poblaciones más pobres de la ciudad.
Es una acto que, sin lugar a dudas, no es consecuencia superficial de los cambios acaecidos en la ciudad, debidos al auge minero, la expansión demográfica y al crecimiento económico, no, su implicancia es profunda y radica en un entendimiento aberrante y abusivo de lo social, su manifestación es en extremo violenta con el sentido y el significado de persona y comunidad.
Entendamos primero que estos árboles también son un bien público, virtuoso y no desechable, tanto en su calidad de ser vivo como en el de patrimonio de la ciudad, tanto en lo cultural como en lo urbanístico; por lo tanto, su rescate y aprovechamiento debiese ser lo primero en la política pública y no el que fuesen desaprovechados y desechados. El rol del progreso moderno frente a la ciudad es darle sentido de comunidad a los espacios comunes, democratizarlos, no tecnocratizarlos, no hacerlos funcionales en el gasto y el consumo. Esto es de una violencia estructural enorme, de quienes toman las decisiones sin tomar en cuenta la identidad y el espacio urbano común como patrimonio ciudadano e identitario de la ciudad.
Si bien esa suerte de arboleda que separa Freire y Copayapu no es un lugar histórico, ni un gran espacio público de convergencia, este sí conforma el patrimonio cultural y parte de la identidad de la urbe, algo similar al parque Schneider y a la arboleda de Carrera entre el Hospital Regional y Av. Henríquez; todos estos son espacios comunes, reconocibles, que ya forman parte del imaginario social de la ciudad, importantes en una ciudad gris, sin agua ni verde.
En fin, en última instancia, está en juego el sentido de comunidad con el que se sustenta la vida en agrupaciones grandes de seres humanos, si un espacio urbano no sirve a sus ciudadanos/as entonces no sirve la ciudad, pero esta funcionalidad binaria sirve/no sirve, se debe al respeto, el rescate y el fomento de los espacios identitarios de esa comunidad. Esta simple acción de tala guarda un hecho extremo violento por aquello, se pierde el sentido de comunidad, atenta a la identidad común excluyéndonos como ciudadanos/as dueños de nuestro espacio.
Ojo que mi reflexión nace desde la indignación por un hecho en particular, pero que se asocia a un proceder implicado en una forma de hacer las cosas, de mal hacerlas, producto de una lógica de objetos no de sujetos, que determina el accionar público de la autoridad y el capital, y que desgraciadamente se aplica a un montón de ejemplos más en nuestra ciudad.
Para finalizar, la reflexión es el planteamiento autoreflexivo sobre donde vivimos, su desarrollo, crecimiento y progreso, ya que, tanto como sinónimos o como palabras aisladas estas están vacías, sin significado más que en la acumulación individual y no en el vivir social. Si estos conceptos, así como el de ciudad, no parten desde lo propio, desde el patrimonio local comunitario e identitario de la comunidad, entonces pierden su relevancia, pues se trata de hacer progresar (aquí si encuentra sentido como un todo y en un todo) la ciudad desde lo que significa para sus habitantes, como punto de partida para un desarrollo social palpable, en una sana apropiación del espacio y el respeto entre nosotros, de lo que por sentimiento es nuestro y por derecho es propio, para un crecimiento sustentable y sostenido pensando en nosotros/as mismos/as.
Octavio Sebastián Echeverria Alfaro CI 17.774.498-0
Tala de pimientos II
Es una pena que un árbol hermoso a la vista de los que realmente somo Copiapinos, que es parte de nuestra historia, sea talado y que probablemente sea cambiado por el "progreso" que al que menos beneficia económicamente es a los Copiapinos. Las mineras y el abusivo aumento de parronales nos dejaron sin río y, nadie hizo nada, ahora nos talan los árboles y nuevamente nadie hará nada? Creo que ya es momento Copiapinos de alzar la voz, de respetarnos. Nuestras autoridades no nos representan para nada, pero fueron elegidas por la mayoría, y ellos solo se preocupan de su beneficio personal y "familiar".
Así como vamos Copiapó tiene fecha de vencimiento. Para los afuerinos es muy fácil, ellos se están haciendo ricos a costa de nuestros recursos, sus gastos se los compensa la empresa a la que trabajan y luego simplemente se van a ir. En cambio los que nacimos, nos hemos criado en esta tierra olvidada, queremos la tranquilidad que nos caracterizaba.
Queremos de vuelta el río en el cuál nos bañábamos con nuestros amigos en la infancia y observar esos frondosos e imponentes pimientos, queremos circular por las calles tranquilamente y no pensar que en algún momento alguna camioneta roja nos pueda atropellar o chocar. Creo que es momento, como dijo José Luis Rodríguez de escuchar la voz del pueblo, la del pueblo de Copiapó. Quién se suma.
Marcel Araya Castillo